25.4.11

no todo está escrito

foto-homenaje a este artista que tanto admiro, Ai Weiwei, que sigue encarcelado a día de hoy.

Un objeto tan invisible como silencioso atraviesa el ser. La literatura lo afronta a veces desde la angustia; el arte lo bordea para organizar su producción en torno a él; la religión lo sacraliza para conjurar el horror al vacío, la ciencia nos promete cada día colmarlo de saber. La historia de la clínica, en la descripción de los síntomas y malestares más diversos del sufrimiento psíquico, lo detecta como algo sin nombre ni representación posible (…) La política, decididamente, no sabe dónde ponerlo (…) Parece casi nada, como para pasar de largo, y sin embargo insiste en su modo de presentarse, más bien paradójico, como un objeto que no cesa de no aparecer, de no representarse. Llamemos así por el momento a este objeto sin nombre: la página en blanco.”
Así comienza el nuevo libro de Miquel Bassols “Lecturas de la página en blanco, La letra y el Objeto”, que ha logrado arrancarme de este momento de agotamiento de sentido y de saber en que me encuentro. No es nuevo para nadie que me lea aquí, lo que me interesa, lo que insiste, lo que retorna en mi caso siempre ese ese objeto sin nombre e irrepresentable, cuyo reconocimiento supone, -como bien indica este autor, y frente a los que viven pensando que todo puede escribirse y decirse objetivamente- una posición ética. Una posición que seguramente aleje de mí a aquellos que tienen horror vacui y acerque a los otros…
Es este singular objeto, reacio a toda representación, el que tanto el arte como el psicoanálisis han hecho posible leer de formas distintas para el sujeto. Encontrarlo bajo la forma de “página en blanco” tal vez sea un buen modo de abordar el ser del sujeto que navega hoy sediento de representaciones por el espacio virtual” Entonces, cuidado, no se equivoquen “la página en blanco no es una imagen, una metáfora, es la presencia real de este no saber para cada uno
Bassols habla de una experiencia, la del no saber para cada uno, que es la experiencia del inconsciente, en la que siempre hay un resto que no cesa de no escribirse. Como recuerda el autor, el trauma para Freud no es aquello que ya ocurrió y quedó inscrito en el aparato psíquico, sino lo que quedó precisamente sin inscripción posible, y aunque intolerable, se repite e insiste.

Como parte del mismo ejercicio, leo otro libro que me recomendó alguien que me conoce bien: Quelle politique pour la folie? Le suspense de Freud, de Guy Dana, para el que la experiencia del inconsciente sólo puede entenderse y practicarse también desde el acto de vaciamiento y reconocimiento de la contingencia que supone la página en blanco. Me interesa mucho su hipótesis, aplicable a lo social, Dana dice que la particularidad del trabajo analítico con la locura serviría en la actualidad como paradigma de una nueva manera de pensar el sufrimiento, el conflicto, el saber y el poder (la polis) a partir de la hospitalidad, de un espacio vacío y la contingencia de una palabra que puede surgir o no surgir. Y pienso en el trabajo analítico con niños, en el que me estreno. El tener que hacer con lo inesperado no es tampoco un concepto sino una experiencia; no se trata de aprobar o desaprobar lo que se dice sino de hacer valer ese efecto de sujeto o manifestación (surgissement), para el cual no hay garantía.