28.3.10

Cartas para Yves

foto Françoise Huguier YSL collection printemps-été 2001

“La verdad pertenece sólo a los que la conocen, los demás tienen derecho a quedarse con aquella que han inventado”

Una amiga querida y admirada que me anima y me inspira en estos tiempos oscuros, me envió desde París el último libro, recién publicado por Gallimard de Pièrre Berger, Lettres à Yves. Es un libro breve y conciso, compuesto por unas cartas sencillas, dirigidas al que fue su pareja, socio, y compañero vital, el diseñador Yves Saint Laurent, después de su muerte en 2008. En ellas Berger parece querer expresar algunas cosas en público, no sólo sobre su relación y sobre la personalidad del mítico YSL, sino también sobre su importantísima colección de arte privada, sobre los motivos de esa subasta multitudinaria organizada más tarde. Arnaud Laporte invitó a Berger hace unos días a hablar sobre todo ello, y Berger estuvo estupendo. Efectivamente es un libro singular que además de lo literario y lo biográfico, aporta algunas reflexiones valiosas para quienes aún se preguntan y atreven a ir inventando respuestas a fin de vivir dignamente. A mí me ha conmovió desde su inicio a su fin.
"La muerte plantea más preguntas que propone respuestas. Se trata de preguntas a las que uno debe responderse día tras día…"
Berger no retrocede. Dice que juntos consiguieron cumplir los sueños más locos, precisamente vivieron como dos locos y dejando de lado los tópicos sobre el amor , se atreve a mostrar otros lados más oscuros, y mucho más interesantes, en los que se hacen visibles esos paisajes llenos de rincones oscuros y al tiempo luminosos que configuran nuestra relación con el otro. Lo no dicho nunca en la relación puede ser dicho ahora sin auto complacencia, venciendo el temor, como palabra necesaria, de la que uno puede liberarse, también con la extraña urgencia de quien sabe que la partida ha acabado, y con ella el tiempo de la confesión. Decir entonces es otra cosa. ES simple acto. Y a mí ese lugar desde donde habla me interesa mucho.
Siempre supiste que la moda no era un arte pero requería de un artista para crearla, y por eso siempre te impusiste ese rigor que yo admiraba” le escribe a Yves.
A mí me suele molestar bastante cómo habla de la moda la gente que no se dedica ella. Imagino que para mí debería ser admirada en silencio, expresando la admiración de otro modo, quizá simplemente vistiéndose con ella. Y aunque Berger estuvo íntimamente ligado a la moda, he admirado su tacto y su lucidez, cómo sí entendía lo que significa para los que de verdad la viven (la verdad pertenece sólo a los que la conocen…) ajenos a las frivolidades, snobismo y glamour de los que intentan sacar tajada y embriagarse del sueño ajeno.
Pero quizá lo más interesante es cuando habla de su relación con el arte y la cultura. "Si los demás supieran que el verdadero motor de nuestra colección no fue ni la belleza ni el dinero sino la sexualidad!" O cuando confiesa odiar la cultura didáctica y todo lo que se le parezca. Para disfrutarla hay que haberlo olvidado todo, “y eso es lo que yo no he dejado de hacer nunca” Por supuesto habla de la gran tristeza de YSL, sus incapacidades, las drogas y la enfermedad, pero Berger siempre supo ver sus “alas de gigante que le impedían caminar” como los demás.

Me he acordado de un koan de Wumen Huikai o Mumonkan en japonés, discípulo de Linji.

Al subir el biombo apareció el magno cielo
Pero el cielo no armoniza con el zen
Es mejor olvidar el magno cielo
Y abandonar toda vanidad

Y de otro algo extraño, que es la respuesta que da a un monje (que pregunta por qué cuando un búfalo intentan salir del cercado, pasan cuernos, cabeza y pezuñas, y sin embargo la cola queda enganchada, apuntando a esos restos que quedan, como fuera de la escena, como fuera de la historia).

Si el búfalo avanza caerá en el foso
Si regresa, será sacrificado
Esa pequeña cola
Es de hecho la cosa más extraña

El camino psicoanalítico se asemeja cada vez más al camino del zen: hay que poder llegar a renunciar a la significación y hacer estallar el sentido ** este es mi koan de la semana**

16.3.10

de la desobediencia


Kyoto memories V, originally uploaded by manganite.

Regresa estos días a mi cabeza un artículo que leí hace unas semanas de Mathieu Potte Bonneville. Parte de un fragmento de los diarios de F. Kafka, que escribe después de una lectura pública en Praga. En vez de leer uno de sus textos, elije para la ocasión una novela corta de H. Von Kleist, que se titula Michaël Kolhaas. -A mí siempre he ha fascinado Kleist-. Según M.P.B. esta elección no es inocua. Michaël Kolhaas narra la historia de un comerciante de caballos que después de sufrir un cúmulo de injusticias e infortunios a raíz de un encuentro con las autoridades aduaneras, causando incluso la muerte de su mujer, lo vende todo, organiza un pequeño ejército y va quemando un pueblo tras otro. Se lee a menudo como un alegato de la “exigencia infinita de justicia”, y muestra cómo la insumisión puede crear “una ruptura irremediable”, y cómo nuestro “universo social se sostiene normalmente sobre la trama compacta de nuestra obediencia.” La obra de Kafka vendría a ser, dice MPB, su reverso. Su universo señala las trampas, abismos y peligros de la sumisión y la obediencia excesiva, también la inconsciente, podríamos añadir. Y ambas posturas se revelan mortales. Nos encontramos en 1912. El siglo que empieza se cuestionará el precio de la insumisión con las grandes rebeliones, pero también las atrocidades y masacres imputables a la docilidad y a la seducción de la obediencia. Aparece entonces, en las notas de Kafka, la figura de un niño que ha asistido a la lectura y se encuentra sentado en el auditorio. Aburrido, trata de pasar el rato jugando con su gorra. El niño parece encarnar a ese alguien que “ni obedece ni transgrede”. En su desobediencia dice MPB encontrase el verdadero arte de "los débiles" (?), y su único modo de sobrevivir.
Y yo, que tampoco siento un apego especial por esta vida, pero sí paradójicamente por alguna forma de supervivencia, reconozco aquí algo que me interroga y que me apremia a pensar.

8.3.10

undisciplined squads of emotion


blossom by misaaki miyara

La pintura tradicional china se desarrolló ajena a la noción de belleza, cuya función se relacionaba más con lo decorativo que con lo artístico. En el objetivo de la pintura estaba antes el intento de transmitir algo del aliento o nervadura interna de la realidad y las cosas, así como de los efectos del acto contemplativo requerido doblemente para el pintor y para el que observaba el cuadro. Creo que en ese acto contemplativo de la realidad promovido por los chinos puede producirse algo esencial para el ser humano, no sólo porque éste encuentre fuera alguna cosa que le refiera a sí mismo y pueda reconocerse como parte de un todo, tratándose todavía de un "sí mismo bien atado y construido" (para nosotros ilusorio), sino porque ahí fuera encuentre algo que le concierne pero que quede bien fuera de aquel "sí mismo bien construido". Ése es el gran viaje.

Tradicionalmente, pintar era difícil antes de pintar. La dificultad residía en la extensa preparación a la que debía someterse el pintor antes de poder ponerse a pintar, caligrafíar o dibujar. Fabienne Verdier habla de un proceso de pulir el ser hasta conseguir cierto estado y cierta técnica: el entrenamiento que acompaña a lo técnico es ante todo moral, espiritual o mental. Por eso, al referirse a la pintura de artistas como Shitao, en los que esa búsqueda de lo moral se hacía más evidente a través del camino del chan o zen, habla de una" comprensión súbita en la expresión espontánea del pincel y la tinta."

En esa comprensión súbita yo distinguiría dos momentos que se suceden: uno de identificación e inclusión en el que uno mismo está incluido, y otro de pérdida del self y exclusión en que se está más fuera que dentro, y por eso la expresión espontánea, en la creación, va más allá de lo que uno puede dar cuenta…

“Aquí estoy, pues, en medio del camino
Después de haber pasado veinte años
Intentando aprender a utilizar las palabras;
Y en cada intento un comienzo totalmente nuevo
Y un fracaso de orden completamente distinto
Porque sólo se aprende a dominar las palabras
Para decir lo que uno ya no quiere decir
O para decirlo como a uno no le gusta
ya decirlo. Así cada empresa es comenzar
de nuevo; una incursión en lo inarticulado
con mísero equipo que sin cesar
se deteriora en el desarreglo general
del sentimiento impreciso: indisciplinadas
patrullas de la emoción. Y aquello que se trata
de conquistar por la fuerza y el sometimiento
ya lo han descubierto en una o dos, o en varias ocasiones,
hombres que uno no puede aspirar a emular;
pero no hay competencia, sólo existe
la lucha por recuperar lo que se ha perdido
y encontrado y vuelto a perder mil veces; y ahora
de nuevo en circunstancias que parecen adversas.
Pero tal vez no haya ni pérdida ni ganancia.
Para nosotros no hay sino el intento.
Lo restante no es de nuestra incumbencia.”

(T. S. Eliot, Cuatro Cuartetos, traducción de Esteban Pujals Gesalí)

y mientras cruje la nieve afuera en las terrazas