18.8.09

de algún resto

photo by masaaki miyara

No creo en mis sentimientos, ¿Cómo creérmelos? Son como nubes pasajeras. Cambian de lugar al tiempo que yo. Y en el mismo lugar también difieren de sí mismos. Los veo evolucionar y renuncio. Renuncio a la plenitud, a la dicha perpetua del sentir, renuncio al anhelado infinito, aunque presentido a veces, renuncio. (…) Vine aquí con mi hueco, vine montada en mi ausencia. De repente el vehículo desapareció. Me encuentro andando con las patas de los búfalos, con la única pierna del tullido, con las tres patas del perro y con su sarna y algo realiza por mí las funciones del cuerpo, sin mí.

Chantal Maillard, Diarios Indios.

Hay quienes vivimos nuestra vida desde un lugar distinto a su centro. La vivimos, pero desde otro lugar. A menudo cuando visualizo cómo me sostengo en el mundo sólo veo la figura de un compás. Siempre hay al menos dos lugares, si no más.
Los sentimientos no cuentan demasiado estos días, como Maillard no acabo de creérmelos. La nueva casa interrumpió la lectura de Damasio, pero entendí que son puros estados corporales, y ahora mi escucha apunta a lo que hay bajo de ellos, una especie de constante de barro o de resto.
Ayer me quedé pensando en unas líneas de Mishima que leí aquí. Me sigue interrogando el lugar de ese encuentro entre el mundo interior absolutamente individual e incomunicable, y el lenguaje que es universal y compartible, y los restos que produce. Como señalaba Iluminaciones, citando a Luis Gordillo, lo poético seguramente responda a una función corporal, secreción compensatoria, que se desprende de nuestro diálogo con la realidad. Lacan inventó una palabra, la “lalengua” para referirse a la articulación del deseo propio con la lengua, un “saber que se sabe sin que él mismo lo sepa”. Ojeo a ratos estos días la biografía de Lacan escrita por Elisabeth Roudinesco. Su escritura es brillante y luminosa, admiro el rigor y la claridad con la que escribe, cómo es capaz de relacionar acontecimientos, e influencias con la teoría y ofrecer las claves que permiten identificar el singular recorrido de ese hombre valiente y temerario. El talento de Roudinesco me ha recordado a las palabras Wittgenstein: Lo que puede decirse puede decirse claramente, lo que no puede decirse, hay que dejarlo en silencio.
Gracias a una consulta de Bel, he robado algo de tiempo a la noche para revisar unas pocas traducciones de poemas antiguos chinos. Profesión imposible y admirable la del traductor, con Bel aprendo a reconocer el talento de los buenos escritores, poetas y traductores, que a pesar de los imposibles, logran indicarnos un camino. Me preguntaba si lo particular de cada escritura, de cada poema, de cada traducción acaba de tener sentido cuando trasciende lo real, lo individual, lo universal y lo decible y aparece simplemente como resto.

12.8.09

我 家 (mi casa)

Beijing, photo by GraemeNicol

Después de muchos, muchos años sin casa propia, de errancia en un exilio voluntario, quizá necesario, me encuentro estos días de mudanza a mi nueva casa, que es de alquiler, que es temporal, que apenas sé cómo llegaré a pagar, pero donde por fin parece que tendré un lugar.
Durante este último año en el que buscaba sin que salieran las cuentas, sin encontrar nada que encajara, terriblemente desanimada, fantaseaba con otras ciudades y otros paisajes que imaginaba más hospitalarios. Curiosamente, mi nueva casa me recuerda a esas otras ciudades con las que soñaba, y desde lo alto de mi colina, diviso muchos tejados, a un lado el mar, al otro un bosquecillo tupido y enfrente unos cerros pelados con edificios ni demasiado altos, ni demasiado nuevos ni demasiado feos o cercanos.
También me ha hecho pensar en esos poemas chinos de embriaguez en templos, posadas y cimas de montes.

Sobre el monte Tongguan, poema tras la borrachera

Me gusta solazarme en el Tongguan,
mil años sin pensar en volver.
Deseo girar, y que al danzar mis mangas
acaricien el monte de los Cinco Pinos
Li Bai


Escrito en mi casa sobre las alturas en la ciudad de Liang Huang

Vivo en el lugar más alto
bajo mi mirada mil casas permanentemente
he acabado de escribir poemas y beber vino de arroz
frente a las numerosas cimas me adormezco solo.
Cen Shen

2.8.09

del anfitrión y el visitante


dressed-up, originally uploaded by ajpscs.


"Si en el camino os encontráis con un hombre que ha llegado a la Vía (Dao) ¡¡Sobre todo no le habléis de la Vía!!

Quien cultiva (quien habla de) la Vía, no la practica,
Toda clase de falsos objetos surgen,
En cambio cuando aparece la espada de la sabiduría, ninguna cosa queda en pie
…. Es el espíritu ordinario el que constituye la Vía."

(del libro Entretiens de Lin Tsi, traducido y anotado por Paul Démieville)

La escuela china Chan (que dio origen al Zen japonés) fue un movimiento de reforma que propugnaba un retorno a la praxis en contra de la importante tradición teórica y textual del budismo llegado de la India. Supuso también un proceso de sinización y traducción de esas doctrinas extranjeras al mundo chino. Paul Démieville explica en su prólogo que este movimiento anti-intelcual fue llevado al límite de lo irracional y puso patas arriba los monasterios del país. La locura, añade, siempre ha formado parte de la sabiduría china. Aunque ya había traído aquí algún fragmento de ese libro maravilloso, no ha sido hasta hace unos días que he podido hacerme con un ejemplar del mismo, y tener acceso a las interesantísimas notas del traductor y sinólogo (que fue el primer profe de chino de Lacan, no lo olviden!). Lin Tsi (o Lin Ji en actual pinyin) fue sin duda un hombre iluminado y con talento, y el libro está lleno de citas y anécdotas brillantes, que hoy se me antojan imprescindibles para cualquier aprendiz lacaniano
(ambas lecturas, la de Damasio y la de Lin Tsi provienen del mismo trabajo de investigación que llevo a cabo desde hace meses, aunque avance lentamente)

"La verdadera comprensión no se distingue de su contrario", dice el maestro.

O luego subiendo algo el tono blasfémico al que adhieren encantados: “Adeptos, no toméis al Buda por una culminación suprema. Yo lo veo como un agujero de letrina y los Bodhisttava (los santos) como seres que atan a los hombres con yugos y cadenas”

Cuando los monjes preguntan sobre la gran idea del budismo o sobre dónde se encuentra el Buda, suelen recibir como respuesta un gran eructo, un Khât, y si dudan un buen bastonazo. Son falsas preguntas, abstractas y discursivas. El monje no debe dudar, la deliberación es una trampa, la acción debe ser inmediata.

Las buenas preguntas deben ser sin ataduras y los sabios, hombres ignorantes del bien y del mal.

Cuando el maestro habla de la transmisión Chan no lo hace en términos de maestro/discípulo sino que habla de anfitrión y visitante, o consultante/consultado, y en vez de clases o lecciones habla de consultas. Se parece tanto al trabajo que algunos buscamos en el análisis que nada sorprende cuando el propio Démieville lo explica “de repente el maestro deja de serlo y el discípulo se convierte en maestro, el analizado en analista…

Reflexiona sobre diferentes modalidades de relación entre anfitriones y visitantes, y de cómo esos papeles se intercambian y se transforman en el encuentro, como tan bien explica F. Davoine en su libro sobre el trabajo analítico con la locura.

También hace otra referencia que es esencialmente lacaniana, cuando habla de que la sabiduría actúa como una espada, en su corte del pensamiento y las palabras (tal y como trabaja el analista en su interpretación, en como deja el sentido en suspensión)

Cuando el monje aparece el maestro alza el espantamoscas y ése es signo de que está dispuesto a entablar una discusión por poco convencional que ésta parezca. También me gusta cuando se refiere a los malos maestros como "zorros salvajes y larvas malignas" , y describe un encuentro con ellos: "el aprendiz se presenta al amigo de bien (el maestro o anfitrión) con un yugo sobre el cuello, cargado de cadenas. El amigo de bien le pone un nuevo yugo y lo carga con nuevas cadenas. El aprendiz está contento. Ni uno ni otro son capaces de discernir nada. Se trata entonces de un visitante examinando a otro visitante." Desgraciadamente hay malos analistas que actúan de esa manera, al igual que malos consultantes que sólo buscan nuevas cadenas. Y los temerosos del inconsciente o de lo que escapa a la conciencia lo utilizan para descalificar la valentía de quienes emprenden un trabajo de verdad.

Yo me quedo con las palabras de Lin Tsi, y sigo trabajando el arte de la espada y el espantamoscas,

"Mientras no aparezca la claridad, es la oscuridad la que resulta clara."