28.9.08

el ínfimo indicio

getta photo by Daveweekenses68
En el pensamiento tradicional chino el tiempo no se concibe en un curso regular homogéneo sino, como me pasa a mi menudo, como un proceso constituido de momentos más o menos favorables. El hombre sabio ha de estar disponible para responder a estos cambios y saber identificar el momento de la oportunidad, 时 shi, para las acciones o movimientos propicios. Lo que pone en movimiento las cosas, sin embargo, no es algo tan fácil de identificar, sino lo que en chino antiguo, ya en la fraseología adivinatoria del Yi Jing, se llamaba el “ínfimo indicio” o 几 ji. El instante entre el potencial y el acto real, lo ínfimo es el imperceptible comienzo del movimiento. En la medicina china constituye una noción sumamente eficaz, llámese lo ínfimo (几ji), lo ténue (微wei), lo quintaesencial (精jing) o el germen (端duan). Como escribe Anne Cheng, todo el arte del médico consiste en interpretar y reconocer los signos más sutiles cuando la enfermedad aún no se ha declarado. La visión del mundo que se desprende de una obra tan revisitada por los pensadores como es el libro de las Mutaciones, es aquélla en la que todo está relacionado, sin rupturas, en que nada es absoluto, independiente, como en nuestro mundo globalizado de hoy. Aquí lo invisible, lejos de tener una existencia distinta, se encuentra presente en lo visible en forma de signos. El ínfimo indicio, por tenue que sea, muestra el vaivén cíclico entre lo manifiesto y lo latente, un poco como hace el analista al analizar los sueños, o las formaciones del inconsciente.
Esa es mi receta otoñal, aprovechar lo propicio e intentar leer los signos….

Les dejo con un poema de Lu You, traducción al castellano a partir de la versión de Moudarren

En el pequeño jardín la hierba, como si de bruma se tratara, cubre la casa
Bajo la sombra de las moreras el camino serpentea
Reclinado leo poemas de Tao Yuan Ming

Y aunque no haya terminado el libro
aprovecho de la lluvia fina
para ir a labrar las calabazas

24.9.08

lo pequeño y lo revolucionario

foto by Kuu nel
En estas semanas de catástrofes y crisis financieras me pareció especialmente bonito encontrarme con esta frase de la psicoanalista Françoise Dolto: “desearía decirles algo a los políticos, es entre los 0 y los 6 años cuando más valdría que se ocupasen de los ciudadanos” El descubrimiento de F. Dolto fue sin duda para mi una revelación, y una de las razones por las que me acabé acercando al psicoanálisis. Al cabo de unos años pude ver un magnífico documental sobre su trabajo, editado por Gallimard. Dolto, analista especializada en la infancia, aseguraba que un niño siempre podrá asumir algo si se le dice la verdad, es en cambio, lo no dicho, lo no elaborado lo que puede dañarlo de verdad. Ella descubrió una nueva manera de hablar, entender y comunicar con los niños, revolucionó nuestra comprensión y comunicación con la infancia. Esta semana pasada me enteré de que a unos cuantos kilómetros de Barcelona existe desde hace años un espacio, l'Espai de Mar, inspirado en aquellas Maisons Vertes, que la Dolto junto con otros psicoanalistas crearon al final de los 70 en Francia y con las que yo soñaba hace años. Estas casas abiertas son espacios o dispositivos de acogida para padres y niños de 0 a 4 años y entre sus principales objetivos está la socialización y preparación para la separación del ámbito familiar antes de la entrada a la escuela, así como la prevención o identificación precoz de las dificultades en la primera infancia. El funcionamiento es muy sencillo y posee muy pocas reglas: el adulto ha de estar siempre con el niño, y se mantiene un cierto anonimato, al entrar sólo se requiere que se escriba el nombre del niño, su edad y quién lo acompaña en una pizarra; eso es importante, puesto que al acceder ahí sin historia previa, la palabra puede ir surgiendo tranquilamente. Analistas y especialistas en educación infantil están ahí a modo de acompañantes, respondiendo a las cuestiones. Se trata de un espacio público diferente del pedagógico que, como dicen sus creadores, cubre algo tan importante como atender y escuchar las dificultades que necesariamente surgen en el difícil proceso de crecimiento, y por tanto de separación entre madre e hijo.
Otro descubrimiento llegó estos días con una sesión de Feldenkrais a la que asistí algo desesperada por una antigua lesión en las vértebras que había reaparecido y me tenía inmovilizada desde hace días. Desconozco todo del funcionamiento de esta técnica, y no intentaré esclarecerlo en un primer momento, pero me maravilló la sutileza de las instrucciones que muy suavemente las manos del practicante van enviando al cuerpo del que recibe la sesión. De nuevo ahí encontré una resonancia con lo que me interesa últimamente: no hay nadie que te diga –en este caso le diga al cuerpo- has de ser así, has de hacer eso, has de estirarte de este modo, fortalecer aquí o relajar acá; las pequeñas, leves e inteligente manipulaciones van dirigidas al sistema nervioso, y a una cierta sensación de bienestar que el cuerpo es perfectamente capaz de detectar, no hace falta trabajar sobre una postura, una imagen, una idea, longitud o medida de lo que es la salud. Como en el análisis se trata de que todo ese imaginario se desinfle, pierda su interés, y de que los cambios ocurran en ese otro terreno que conocemos o controlamos siempre a medias…Sin tener una idea de qué es lo que sucedió, puesto que los movimientos y contacto parecen de lo más banales y pequeños, el dolor se desvaneció y mi cuerpo recuperó una sensación de ligereza increíble.

21.9.08

más allá


altar en japón, photo by Perkunas
Más allá del principio de realidad, más allá del principio de placer están esas decisiones que tomamos cada día. La vida nos la complicamos bastante, espero que estén de acuerdo, nosotros mismos. En eso pensaba estos días escuchando las confidencias de algunos amigos. Precisamente ayer, hojeando la versión española del libro de distintos testimonios acerca del encuentro con el psicoanálisis, La Regla del Juego, encontré estas iluminadas palabras de la analista Rose-Paule Vinciguerra:

El psicoanálisis constituye una subversión radical, no del saber, sino del lugar que se le da al saber. (…) Postula que ese saber difícil de adquirir es sin embargo simple. En el centro de las repeticiones, en medio de las enrancias, de las tormentos, de los errores y de los fracasos, hay en lo más íntimo del sujeto y sin que lo sepa, una decisión, no obstante totalmente articulada, de goce.

Nosotros lo llamamos goce, Freud lo denominó pulsión de muerte, para el neurótico de a pie se trata de eso que nos hace sufrir y que no deja de repetirse. También me gustó leer algo que dice el escritor Suso del Toro, que confía en el poder terapéutico de la palabra como en la ayuda de la química.

Pero sólo la búsqueda de sentido a través de la palabra nos hace dueños de nuestra propia vida, agentes de nuestra propia curación. La química muchas veces necesaria y a veces imprescindible nos somete, nos destruye en parte, mientras que la palabra nos permite reconstituirnos. El psicoanálisis parte de la dignidad de la persona, cree en la integridad del individuo y en su capacidad para afrontar el vivir. El psicoanálisis se basa en la esperanza, apuesta por la persona. Precisamente en una civilización que nos objetaliza, que nos escinde, que nos fragmenta, la creencia de que existe un deseo que nos sostiene, que puede orientarnos para encontrar lo más singular de nosotros mismos, hace al psicoanálisis digno de todo el respeto y nos invita a apostar por él.

Pero muy cierto que resulte todo esto, no me extrañaría de que de aquí a un tiempo, cuando alguien diga que va a ver a un psicoanalista, lo confundan con quien va a consultar a un tarotista, a seguir un tratamiento de flores de Bach, hacer un taller de constelaciones familiares o apertura de chakras, donde siempre hay un otro que tiene respuesta a lo que nos pasa. Vivo rodeada de gente que acudiría a quien fuese, a donde fuese antes que ir a preguntarse a sí mismo Perdónenme el pesimismo de estos días, raro en mí. Confucio decía, Con quien no sabe preguntarse “¿cómo actuar, cómo hacer?” yo sinceramente no sé cómo actuar...

14.9.08

quien responde

de la serie The Visitors de Charlotte Cory
Hay quienes hacen cosas, producen, hablan y actúan, muchas veces incluso trabajan, exclusivamente para que los de alrededor les concedan un lugar, una mesa, un sitio donde aposentarse y poder ser. Otros en cambio hacen cosas, producen, hablan, actúan, y quienes son muy afortunados consiguen incluso trabajar profesionalmente, por una razón que desconocen a medias pero que les consume, les apremia, no pueden sino hacer eso, por poco conveniente o práctico que les resulte a veces. El lugar que ocupan es otro, yo digo que es marginal, y por eso su visión de la realidad es distinta, la miran desde un margen, en órbita, desde dentro y desde fuera. Ahí están los inmortales exiliados, los poetas chinos, por ejemplo. La marginalidad no significa estar sin blanca o falta de reconocimiento o éxito; muchos de ellos viven o vivieron en la cresta de la ola y siguen siendo marginales.
Lacan, que era uno de ellos, reprochaba a su auditorio del año 56 que creyese tanto en la gramática. Su paso por la escuela se resume aproximadamente en haberles hecho creer en la gramática, dice, y usa la lengua china para mostrar un uso más laxo y real de los significantes y la gramática. Se refiere a lenguas en las que una palabra no es casi nada en abstracto, y cuyo sentido y función son en cambio definidas por su lugar, por la puntuación utilizada, y sobre todo por su encuentro con otras palabras. En ese momento está intentando demostrar que al hablarle a otro, y decirle tú… ese no tiene un sentido, consistencia o peso unívoco. Y que si pudiéramos escribir de modo fonético nos percataríamos de las diferencias de tonalidad y acento de cada . Dependiendo de la plenitud que le demos al tú… nuestro yo recibirá una u otra cosa. Ese “tú eres eso”, cuando lo recibo, me hace en la palabra otro que lo que soy (Lacan en el seminario 3)
Para tener una relación auténtica con el otro, para que el otro sea reconocido como tal ha de haber primero una identificación con el otro como semejante, una cierta relación especular. Sin embargo, y para no quedarnos en ese estadio de confusión ha de haber un lugar Otro, un yo tercero (que no es el yo-yo, ni el yo-en-ti) en el que precisamente reside lo que no conozco de mi mismo. Así, cuando tú te me pones delante, yo no sé del todo quién soy, ni quién eres, ni siquiera a dónde me llevará todo esto, pero la situación me permite ser y seguirte (en francés Lacan juega con je suis, tu es celui que je suis, eres el que yo/el que sigo).
Pero volviendo a mi idea de marginalidad, no sé por qué la relacionaba con los planetas. Tal vez por eso que dice el doctor Frikosal sobre el significado original de la palabra planeta, o por esa manera iluminada y creativa que tiene él de mirar el mundo y las cosas. Lacan habla también del movimiento de los planetas frente a la quietud de las estrellas, cuando introduce en su seminario 2 al gran Otro. Los planetas no hablan, dice, primero porque no tienen nada que decir, segundo porque no tienen tiempo, tercero porque se los ha hecho callar. Fue Newton con su teoría del campo unificado y la ley de gravitación la que les cerró el pico. Con esa nueva explicación, la realidad temporal y espacial quedó reducida a un lenguaje bien hecho, a una sintaxis. Creo que perciben aquí la oposición existente entre palabra y lenguaje (Lacan dixit)
Lo que tiene el tú, en cambio, es que responde, tiene boca. Permanentemente tendemos a razonar sobre los hombres como si se tratara de lunas, calculando sus masas, su gravitación. No es ésta una ilusión exclusiva de los eruditos: es especialmente tentadora para los políticos.
En su Mirall Negre, Manel Ollé colgó este verano un precioso texto poético en el que se describe la imagen de un hombre mirando las nubes en cuatro momentos de tu vida. Al final, ése sujeto que es ahora ya no mira las nubes sino que al mirarlas lo que hace es releer como los otros tres que fue las miraban. No ha habido únicamente tiempo, el viento los ha trabajado, “pots reconèixer-te en la contorsió flexible de l’olivera”
Es cierto, no hay sólo tiempo y espacio, nos trabaja el viento, el roce con las cosas y con los otros que, como nosotros, pueden siempre responder.

8.9.08

recojo crisantemos

Kyotosunlight, photo by Yuutamichael

Recojo crisantemos en el cerco del este,
Con el corazón libre, miro la montaña del sur,
Entre las brumas del crepúsculo, la montaña aparece magnífica
Las aves regresan juntas en bandadas
Reside en todo esto una significación profunda
Pero al querer expresarlo me doy cuenta de que he olvidado las palabras

de Tao Yuan Ming, traducción algo libre

Este poema pertenece a otra de esas antologías de Moudararren que picoteo estos días, como respiro, mientras termino el seminario 3 que me ha ocupado este último mes. Se trata aún de un Lacan temprano pero la conexión china aparece un par de veces. Incluye una pequeña conferencia que le encargaron a Lakhan con motivo del centenario del nacimiento de Freud. Es bastante bonita y concisa. Después de sus habituales rodeos enumera ciertas claves del descubrimiento freudiano, aunque su discurso se encuentra muy condicionada por sus propios descubrimientos en esa época. La originalidad de Freud, dice, la sal de la práctica analítica es el recurso a la letra. Yo no lo sé explicar bien, pero la letra es aquello que habla independientemente, sin que intervenga, el significado. Lacan utiliza el cuento de Poe, La carta robada, para ilustrarlo. En francés, además, carta y letra se escriben igual. El cuento trata de una carta que ha desaparecido de los aposentos de la reina. Sin que su contenido sea nunca revelado, regula y afecta el comportamiento de todos los personajes, el inspector de policía, el detective enviado en misión, el ministro de quien se sospecha, a la reina y el rey… afectando a sus relaciones y presidiendo sus intereses y movimientos.
Lo que decimos al hablar muchas veces, lo que se inscribe, nuestros significantes son el instrumento con el que se expresa un significado desaparecido, que ha sido borrado. Por eso la importancia del automatismo de repetición freudiano: se trata de la insistencia de una palabra que habla como esa carta, y no es tanto su contenido como lo que su irrupción revela