30.5.10

la travesía de la tortuga y Roger Bernat


Tortuga en la isla Ishigaki, by Tetsumaru

Me ha llevado unos años pero finalmente empiezo a cernir algo de lo que me trajo hasta aquí por el camino de lo chino-psicoanalítico. He avanzado lentamente, a mi ritmo, dando unos cuantos y fructíferos rodeos, tal que esta bonita tortuga japonesa, gracias en parte a este espacio. En términos psicoanalítocos podríamos decir que aquí he podido desplegar algo de mi síntoma, en el sentido de que el síntoma es una respuesta, una solución que encuentra el sujeto frente a una imposibilidad fundamental, que para nosotros es “sexual”. -Cuando hablamos de sexo, nosotros también estamos hablando de otra cosa, más allá o acá que la pura relación sexual-. A mí lo que me interesaba era precisamente entender y poder hacer algo con esa imposibilidad, y si elegí lo chino o lo psicoanalítico es porque ambos avanzan y se articulan alrededor de ella. Podía haber elegido la ciencia, que en cierto sentido también lo hace, pero es cierto que nunca tuve cabeza para ella, o el arte, que surge del encuentro con esos límites, pero aunque empecé por ahí tampoco me atreví. Fue a partir de la escritura china y el uso de la lengua que entendí que para los chinos la representación directa de las cosas era imposible. Como ya he dicho alguna vez por aquí, su escritura ideofonográfica, su arte de la caligrafía es paradigmática de la concepción freudiano-lacaniana de la letra como borradura, represión, tachadura de la cosa, y como significante que no significa nada en sí, si no es en relación a otros significantes. El objeto de nuestro deseo cuenta en tanto ausente, si deseamos es a partir de una falta o de una ausencia, y en la representación china, ya sea en la caligrafía o en la pintura, ese vacío es estructural. Esa determinada manera de representarse el mundo tiene, según como lo veo, unos efectos en la manera de actuar, de utilizar el lenguaje y relacionarse con el otro que promueven el equívoco y lo que los chinos llaman cortesía, esa manera de no-actuar. Cuando hablan de la no-acción no creo en absoluto que se refieran a dejar de hacer, de decir o de responder. De lo que se trata es de ser capaz de producir una acción que tenga en cuenta la falla estructural, el fracaso del lenguaje, y que al hablar o al hacer uno pueda dejar las cosas en suspensión, sin cerrar sentidos ni concluir constantemente. La experiencia del análisis nos enseña, además, que la falla no está únicamente en uno, sino que el Otro (los otros), al que creíamos garante de respuestas y felicidad, está igual de agujereado que uno. Como decía Juan Carlos Indart eso hace que al hablar el otro no se sienta excluido ni se produzca rotura del lazo social, y en eso, para mí, está la base no sólo de la ética sino también de la salud mental.
Muchos piensan que el psicoanálisis está trasnochado, o que para lo único que sirve es para interpretar y para dar sentido, cuando lo que hace básicamente es ayudarnos a vivir sin tanto sentido. Lo cierto es que es de los pocos lugares donde aún se sigue reflexionando sobre ciertas imposibilidades de sentido, sin considerarlas como algo contingente y exterior, y aunque sólo sea por eso, su vigencia es radical. Me ha gustado mucho el artículo de Miquel Bassols en el que analiza cómo ciencia (a través de las cifras y la medición) y psicoanálisis (a través de la letra) avanzan paralelas, señalando una diferencia fundamental: para nosotros la verdad tiene estructura de ficción, es puro semblante, no es real, los números, las mediciones no son las cosas mismas, son otro tipo de letras, de mediadoras que no dan cuenta de lo que las cosas son, sino de nuestra simple interpretación. La verdad como semblante, lo llama. Un mundo sin lugar para el equívoco, sin lugar para la falla, sin lugar para la imposibilidad (de decirlo todo, de significarlo todo) es un mundo de locos, como éste en el que vivimos, y por eso cualquier intento riguroso de introducir algo del vacío en el discurso se hace imperioso.

Esta semana fui a ver el último espectáculo de Roger Bernat, la Consagración de la Primavera. Más que ver debería decir “participar”. Al entrar, el espectador recibe un par de auriculares inalámbricos, y se encuentra en una sala semi-oscura sin un solo asiento, cercada por cuatro paredes de pizarra y unas tizas. A través de los auriculares escucha la música de la Stravinsky y la voz de una señora que va explicando, describiendo la escena y dando instrucciones sobre los pasos a seguir. Enseguida nos queda claro que no todos escuchamos las mismas instrucciones y que no todos decidimos participar de la misma manera. Después de escribir con unas cuantas palabras sobre la pizarra “colina”, "anochecer", "amanecer", "bosque", la escenografía ya ha quedado resuelta. El espectáculo se desarrolla a partir de lo que escuchamos por un lado, y de lo que vamos haciendo, a nivel individual y también a nivel colectivo por otro, ya que en seguida nos encontramos formando parte de una coreografía que recuerda aquella de Pina Bausch, ya sea como árbol, como personaje o bailarín o sombra. Cuando la obra termina, uno se da cuenta de que, como en el análisis o como en la vida, la representación ha tenido lugar en su cabeza, y uno ha tenido una parte mucho más activa de la que creía tener, se ha visto obligado a tomar decisiones, a dudar de ellas, a interpretar, hacer y observar, en una rotunda soledad, rodeado de vacío. Bernat da un paso más en su trabajo iniciado con Domini Públic y nos sitúa frente a nuestro propio deseo de espectáculo, frente a nuestra propia capacidad para dar o dejar de dar sentido, frente a nuestra responsabilidad subjetiva. Su trabajo es valiente, implacable y exquisito. A él le interesa dialogar con el psicoanálisis, ha leído a Zizek y se ha sentido cercano a pensadores afines, como J.Rancière. Creo que su espectáculo da buena cuenta de ello, no sólo como discurso sino también como experiencia.

8.5.10

valiente Kawase (en el Baff digital)


PUPPET PLAY, originally uploaded by ajpscs.


Estos días he seguido con la sección digital del festival principalmente, aunque he visto menos de las que quería y me he perdido algunas por falta de tiempo. Me gustó mucho To Walk Beside You y también disfruté de Our Brief Eternity de Takuya Fukishima. Me he acercado al cine filipino, malayo y hasta la obra de un artista de Singapur. Children Metal divers fue una sorpresa, por su poética, y por el dominio narrativo y visual a pesar de la simplicidad de la historia, también admiré el trabajo de Gerry Balasta en The mountain thief y el corto de Lav Diaz dentro del Jenjou Digital Project 2009. En muchas de estas cintas el director es también el guionista y el montador, y los actores participan en el equipo técnico o producción: se transmite una cierta pulsión cinematográfica por contar algo, y contarlo directamente.
Las películas están llenas de seres atravesados por la duda, la culpa, el deseo o la locura, por un malestar social, pero también individual o subjetivo, que me ha hecho pensar mucho en el discurso freudiano en Asia, y en lo que –a raíz de esa controversia alrededor del libro de M. Onfray,- apuntan intelectuales y psicoanalistas: que aquí, en occidente estamos empeñados en que sólo exista una noción del psiquismo cada vez más normativa. Aquí ya sólo importan los hechos y los comportamientos, borrar los defectos, lo visible, aunque sólo sea con fotoshop. A la psiquiatría comportamentalista y biologista ya no le interesa el sufrimiento, ni los efectos secundarios de sus bombas químicas sino sólo sus evaluaciones y su índice de eficiencia. Estos cineastas asiáticos, muchos emergentes, indagan sin tapujos, como lo hizo la psiquiatría pasada o hace el psicoanálisis, por todo aquello que no entra en lo razonable.
Aunque en otra línea de búsqueda, también está la cineasta japonesa Naomi Kawase, su trabajo se centra más en lo ínfimo, y también en lo que no está, en lo que se ha perdido. Ella sigue queriendo captar lo que apenas se llega a captar, trabajando con la memoria y con su escritura sin nombrarla. Con el vacío y el silencio. Y aunque ella parta siempre de lo más sensual (de una luz a través de los árboles, del movimiento del viento en las hojas en un bosque, de la sombra en un patio o una habitación o un pliegue en la piel) tampoco deja de hablar de lo inefable y de ese atravesamiento de lo que no se puede explicar pero que puja por salir. En Koma (Visitors, corto de una media hora), Kawase se ha atrevido a asomarse a lo amoroso y lo ha hecho con valentía y luminosidad. Además de la fascinación de la mirada, del sonido de la naturaleza, en esta película irrumpe la voz a través de un cántico popular. Ha sido para mí lo mejor de todo el festival, aún estoy impresionada…y lo que escribo aquí está deshilachado y es fragmentario. La historia es sencilla: un joven coreano viaja a Japón tras la muerte de su abuelo para visitar en un pequeño pueblo a unos ancianos y devolverles un rollo de seda pintado que le fue regalado al abuelo durante su estancia en ese pueblo cuando trabajaba en el campo. En esa casa vive también la hija de ese matrimonio, un ser silencioso, dolorido y enigmático con el que compartirá algunos paseos y una visita a un templo, donde ella le hablará de una leyenda. Hay pocas palabras, pero lo poco que se dice o los espacios que se dejan para ello no están destinados a tapar o a ocultar, sino a dejar salir algo de lo más íntimo, de lo menos razonable, y siempre con humildad y respeto, dejándolo todo en suspensión, evitando que el otro se sienta excluido u ofendido. Ésta me ha parecido una de sus cintas más cinematográficas, la intensidad y la textura del encuentro entre los jóvenes, su manera de no cerrar los sentidos y dejarlo todo en suspensión me parecían estar hablando también de lo Kawase espera del cine mismo como lenguaje, de su razón de ser. Aún la tengo que digerir, pero su valentía para dar cuenta de algo de lo amoroso de esa manera sesgada, parcial pero intensa, me ha transformado a la manera de ella: primero en lo sensual, y luego más tarde en el interior.

3.5.10

una vida vigorosa (tb en el Baff)

japanese raddish by masaaki miyara

Este fin de semana hemos visto tres películas y esta semana nos esperan unas cuantas más. Vivir en el Baff es más fácil que vivir en Barcelona, de eso no hay duda. Este año, además, Albértigo es miembro del jurado en la sección de cine digital y cae bien puesto son varias las digitales que había anotado en mi carnet de baile. Creo que la programación del Baff anime esta edición es excelente. En Parade encontré personajes, rincones y preguntas sobre el Japón y sus trastornos actuales que me interesan. Me salté la brutal The Coast Guard de Kim Ki-duk, construída también alrededor de la locura. Curiosamente son los cineastas asiáticos los que ya llevan tiempo identificando e interrogando diferentes tipos locura que irrumpen con fuerza en lo real de una modernidad tan imparable como paradójica todavía para algunos. Y eso en un momento en que China sufre una oleada de ataques a escuelas con serias preguntas sobre la atención a la salud mental. De Face, rodada en Francia por veterano Tsai Ming Liang, logré salvar poco más que unas imágenes y ciertas reflexiones interesantes acerca del cansancio, la belleza como máscara insoportable y –esto ya eran mis conclusiones- lo absurdo e inerte del ensimismamiento.
Me gustó Eatrip,(aquí el trailer, la vuelven a pasar el miércoles) de Yuri Nomura, documental alrededor de la comida japonesa, con entrevistas y secuencias de personajes diversos: desde un comerciante de pescado de quinta generación en el Tsukiji Market, a una ama de casa que vivía y comía de manera orgánica autoabasteciéndose con sus hijos en una granja en Okinawa, a una cantante que producía su propio arroz, un monje zen de 90 años que abogaba antes por un mundo real que por un paraíso prometido, o un maestro de la ceremonia del té, Sen Sooku, que con su humor y sencillez me recordaba a mis sabios chinos Me gustó cómo hablaban de las estaciones, el respeto en el pasado por los tiempos y los diferentes ingredientes. Cuando se abre la flor de cerezo el sabor del bonito es más suave. O esa mujer que siempre había querido vivir cerca de un curso de agua natural y lo había conseguido. La alegría de ese monje zen que creía en la importancia de una vida vigorosa, no alocada, ni llena de realizaciones, sino de vigor. También me gustó una respuesta que dio otro personaje cuando le preguntaban sobre lo importante de la comida: para ella era que el acto de comer fuera acompañado de algunas palabras, de alguna comunicación, aunque fueran para uno mismo. Comer y sólo comer, como cuando uno come delante de la televisión, estaba incompleto si no se daba cuenta de ello de alguna manera. El que más me gustó fue el maestro de la ceremonia del té y su encuentro con un joven actor. Todo estaba lleno de rituales y símbolos, un poema caligrafiado en la pared, los gestos cuidados, la luz de la habitación, la pulcritud de los kimonos y los tabi blancos, unos dulces de arroz glutinoso y soja para poder apreciar mejor el amargor del té verde, pero éstos sólo tenían sentido en la espontaneidad del disfrute del momento y la taza de té.

1.5.10

Freud resiste ( y empieza el baff)


DUST OF SPRING (桜花びら), originally uploaded by ajpscs.

No sé si ya ha llegado o si llegará aquí la polémica provocada en Francia por el libro de Michel Onfray. En cualquier caso, se la resumo ahora mismo y paso a precisar que aunque Onfray pretenda centrarla en si es posible o no una lectura crítica de Freud (Onfray llega tarde y no se entera, no es que sea posible sino que es obligada, necesaria, benigna y la mejor manera de rendirle homenaje al propio S. Freud, promovida ante todo por los analistas), lo cierto es que como ya señalan algunos autores la verdadera polémica es qué tipo de intereses marketinianos y mercenarios están en juego en el mundo editorial y la prensa para estar dando cabida y credibilidad a una obra como ésta. La polémica, en cualquier caso, es muy bienvenida, al menos en el país vecino se debate y se discute. Confieso que ni lo he leído ni tengo intención de hacerlo, no porque me rasgue las vestiduras sino porque no hay nada nuevo que no hayan escrito otros y mejor, -aunque parece que en su conjunto las fabulaciones resultan aquí más ridículas e infundadas, más incongruentes, como por ejemplo cuando dice que Freud dejó embarazada a su cuñada y la obligó a abortar a una edad en que no hay mujer que conciba, o lo supone adepto a los regímenes fascistas, creo que incluso cómplice o partidario del holocausto. En el retrato que se esfuerza por defender Onfray presenta a Freud como a un mentiroso decadente, un fracasado, depravado y codicioso conspirador, que hizo del psicoanálisis una religión (la otra gran fobia de Onfray), y de su pseudo-ciencia que nunca ha curado a nadie (!!) una gran impostura. Alega estar haciendo una lectura nietzcheiana, demostrando que “una filosofía es siempre una autobiografía de su autor”, sin darse cuenta de que es seguramente su propia experiencia en un internado religioso, testigo de ciertos abusos por parte de los curas, la que ha hecho armarse con la ateología y ahora remeter con su lectura fóbica de S. Freud. No está en mi intención rebatir aquí las tesis de su libro, lean si les interesa a la lúcida y valiente historiadora E. Roudinesco (aquí en castellano) o a Bernard Henri Lévy, (tb en castellano) o a tantos otros que lo hacen mejor, o sino escuchen a propio Onfray ponerse en evidencia en youtube. También creo que los mayores oprobios son del orden histórico, los psicoanalistas, al fin y al cabo, ya estamos acostumbrados a ataques irracionales, a malentendidos constantes con los términos y conceptos, incluso a esa pregunta tendenciosa que se repite, ¿pero no está S. Freud superado? Ahora siempre me acuerdo de un artículo de Eugenio Trías publicado hace un par de messe: A Sigmund Freud siempre se le quiere superar. Pero todas las veces que se intenta sucede lo mismo: se regresa a espacios anteriores a Freud. Puede que su lenguaje esté anticuado. Una espesa costra positivista le recubre, dificultando acaso su lectura. (...) Sigue siendo piedra de escándalo pese a que nadie puede discutirle su naturaleza de clásico, fundador de instituciones de salud, inspirador de la mejor filosofía (Foucault, Derrida, Deleuze, Adorno, Walter Benjamin, ) aun cuando sea obligación de ésta discutirle, criticarle, pero siempre desde el reconocimiento de sus logros y de haber pasado por su escuela. Freud es un clásico y como tal no puede ser superado. Debe ser siempre visitado, comprendido y discutido. Estoy de acuerdo además con E. Trías en que no es posible convivir con la modernidad sin conocerlo. Y también considero que muchos de los que desconfían de él o lo atacan, están en el fondo sirviéndose de la teoría freudiana sin darse cuenta, y que sus aportaciones van más allá de su especialidad y pertenecen al dominio de las ideas.
Y frente a ese debate eterno de si el psicoanálisis puede o no considerarse una ciencia, me he acordado de una respuesta de Lacan en 1973 a Le Monde cuando le preguntan sobre eso: "Antes que Freud delimitara la idea del inconsciente toda palabra era tomada a pie juntillas. Desde entonces de lo que se trata es de recelar hasta de la noción de sujeto- etimológicamente, lo que está por debajo, nada más, - y cuya característica es no saber. (…) Usted dirá que no es muy científico. De eso se trata. En cierto modo siempre lo somos en exceso frente a una realidad que desmiente y desafía los sistemas. Así, Freud desconfía de la apariencia de filosofía que ofrece el verbo ser, que los chinos tienen la suerte de no encontrar por todas partes, como nos pasa a nosotros. En el fondo, lo que Freud quería esbozar es una nueva lógica. No una lógica que pusiera orden en el mundo, sino una que por fin tendría en cuenta su desorden, lo que el inconsciente tiene de inclasificable, de indecente, de azaroso, de irregular, de incompleto, de indecible, y que daría cuenta del impasse de la palabra misma."
Y ahí hay algo obviamente insoportable para Onfray. Jean-Luc Porquet no estuvo mal en Le Canard Enchainé tampoco. Y ahí deberíamos recuperar a Derrida con esa idea de que se capaz de desonstruir a los grandes maestros, no para cargárselo todo de ellos sino para ser capaz de recuperar y reelaborar lo que cada uno ha podido aportar. O mejor que eso, de nuevo a Lacan con su teorización de la lógica del todo y no-todo. (En eso ando últimamente… con la clínica de lo femenino (que no de las mujeres) gracias a la letra china, el zen y a un luminoso seminario de Rithée Cevasco. ) En cualquier caso, éstos no son buenos momentos para el psicoanalista, arrinconado por la tecnocracia cognitivista, el imperialismo farmacéutico y el negocio de la siempre light autoayuda, pero como dice BHL, el psicoanálisis que ya está acostumbrado, se repondrá, mientras que Michel Onfray, no es tan seguro.
Hoy empieza el Baff! me voy corriendo al cine...