11.7.10

una verdad sin privilegios

ryokan by filmmaker in japan

He leído un libro maravilloso, Kafka y el Holocausto del escritor, blogger y amigo Álvaro de la Rica. Su libro está lleno de cosas interesantes y esenciales, de conexiones audaces , de lecturas cruzadas brillantes, de generosas y estimulantes citas, de hipótesis valientes y lúcidas, rebosa vitalidad e inteligencia, y su mirada estética es también una mirada ética de comprensión y adecuación necesaria con el mundo, y sobre todo con la dimensión más íntima e indescifrable del ser humano. No pretendo aquí hacer una reseña o ser exhaustiva, para empezar porque creo que no podría hacerlo sin tener que adentrarme en cuestiones literarias y en dos relatos kafkianos brutales e inagotables, el extraordinario Ante la ley, y el increíble En la colonia penitenciaria. Lo que traigo es un retazo, un detalle de encaje que uno descubre ante la contemplación de un vestido de alta costura. Freud decía que muchos artistas no necesitaban pasar por el diván ya que su obra era su propio análisis. A. de la Rica realiza una travesía que me ha hecho pensar en esa idea, por las preguntas que se plantea y también por la lectura que hace del escritor checo, en el sentido de la lectura sintomática propuesta por Althusser: aquella capaz de captar el discurso oculto e inconsciente, en núcleo invisible que yace bajo un texto. El texto es leído entonces no tanto como la transmisión o elaboración de una respuesta, sino en tanto pregunta e indicación de unas fallas que identifica en la propia realidad que interroga.
En ese sentido me ha parecido esencial la distinción que reclama entre la dimensión política en el ser humano (lo que ordena la polis) y el plano metafísico. “Obsesionada con la dimensión política de los hechos históricos que le tocó analizar [Hannah Arendt] no vio que la necesidad, en la que la Ley kafkiana se inspira, y de la que toma su fuerza coercitiva, merecería una valoración distinta si se tratase de la necesidad con la que el hombre se siente atraído por algo que no comprende, como el campesino de la leyenda que se aposta en los umbrales de lo que aún no puede ser revelado. Se nos dirá que entonces entramos en el terreno de la metafísica. Puede ser. (…) La impenetrabilidad de la norma, lejos de ser la causa del mal que aflige al hombre, es la garantía de su libertad interior. Cuando no se respeta el misterio con una finalidad política, cuando se sucede la venida de falsos profetas (…) esa misma libertad es aniquilada de raíz.” Para de la Rica, Dios parece encarnar y garantizar esa parte impenetrable de la vida, su heteronomía, dice. Hay una necesidad en el ser humano que no puede ser tratada ni analizada desde lo político o lo social. Y eso es lo que podría salvar al hombre de entregarse a la destrucción y el sinsentido. Me encanta cuando cuestiona que las atrocidades del nazismo puedan atribuirse a la acción libre de los hombres. Por eso Lacan, que también buscaba esa acción libre del sujeto de la que habla de la Rica, decía que Dios es una instancia psíquica necesaria. Pascal hablaba de un don, una gracia. Hay quienes poseen esa gracia que es la fe, hay otros que, creyendo carecer de ella, fabricamos nuestra propia brújula con algún tipo de trabajo como es el analítico, que antes que curar o encontrar una trascendencia, a lo que apunta es a esta una especie de gracia otra que es la libertad subjetiva. El budismo estaría de acuerdo con de la Rica y diría que en ella hemos encontrado al dios que hay en nosotros. Creo, por cierto, que este mensaje está también en el mejor discurso de S. Zizek cuando denuncia la impostura de la ideología.
Si en este algo-trasnochado-vocabulario psicoanalítco que usamos (lo reconozco), los analistas hablamos de asumir la propia castración (castración que no situamos en los órganos genitales, sino que se produce por el simple hecho de ser seres de lenguaje), Álvaro de la Rica, en su lucidez entre literaria y metafísica se refiere a K. como la encarnación de un ser que es al mismo tiempo pura potencialidad y pura imposibilidad. Haciendo referencia a la noción judía de llamada o vocación, identifica y señala esa certeza del ser humano que es al tiempo una pregunta, de haber sido invocado a hacer algo para lo que, cuando se apresta a realizarlo, no hay nadie que pueda confirmarle su misión. Describe a K. como un ser relacional, “carente de aseidad, que no encuentra aquello por lo que es, aunque su proyecto consista en reclamarlo no sólo de palabra, sino con todas las fibras de su ser”. Pero aunque la vida nunca alcanza el final del proceso, A. de la Rica es muy claro advirtiendo que no se trata nunca en Kafka de “caer en el abismo del sinsentido, entre otras razones porque a la cuestión que plantea, no cabe ofrecer una respuesta plenamente satisfactoria, ni por experiencia ni por evidencia racional.”
Ese ser carente de aseidad es para de la Rica" la forma de aquello que acontece". Nosotros en análisis hablamos en esos mismos términos del sujeto del inconsciente, y encontramos algo muy similar en la práctica del zen y yo diría en ciertos estados de despersonalización místicos. Entonces, la reivindicación de de la Rica es esencial: la necesidad de separar y preservar el misterio es lo contrario de la relatividad intelectual o el obscurantismo actual, en el que el sujeto ya no acontece sino que es sin más, sin esfuerzo ni proceso, con su genética y lo social como destino. Lacan habla en términos muy similares cuando quiere dejar claro que la noción del inconsciente que propone Freud se opone a la noción del inconsciente como obscuridad primordial: para Freud hay algo en el inconsciente que no logra mantener el que parecía ser su privilegio de quedar completamente oculto, y es a través del sujeto como acontecimiento que aparece abruptamente en forma de accidente, de falla o tropiezo, pero también en forma de discontinuidad, sorpresa o hallazgo.
Creo que la puesta en relación por parte de A. de la Rica entre la escritura de Kafka y el holocausto judío, que su obra parece haber anunciado, aporta de alguna manera un mensaje esperanzador para el sujeto contemporáneo: el de un espacio de libertad interior gracias a la posibilidad de una ley interiorizada que nos aleja de las bestias y lo siniestro de una vida sujeta a los imperativos del mercado, la ciencia o tecnocracia. Pero para alcanzar esa ley, uno ha de estar dispuesto a perder ciertos privilegios, también existenciales,

6 comentarios:

Isabel Mercadé dijo...

Muy interesante esa propuesta de Althusser, aunque él mismo no se leyera -o por lo menos no al completo- El Capital, cuya lectura enseñaba (¿o quizá gracias a?). Hace poco le decía a un amigo que mientras un cierto misticismo podía llevarme a veces a ciertas formas, digamos, de levitación, el psicoanálisis me mantenía anclada, por eso necesito vivir con ambos, pero no compartiría la equivalencia que propones...
en cualquier caso, gracias como siempre por estas entradas tan sugerentes sobre las que se podría preguntar y decir tanto.
Ahora no recuerdo si fue en el propio libro de A. de la Rica o en otro donde leí una interesante reflexión sobre el hecho de que Moisés, a quien le fueron entregadas por la divinidad las tablas de la ley, no pudiera entrar en la tierra prometida y sus consecuencias en el inconsciente colectivo judío...
Un abrazo, Vanessa.

el objeto a dijo...

hola Bel! Sí, ya lo decía Barthes, que no hacía falta leer un libro entero y creo que se jactaba de haber leído fragmentadamente a Proust.
La equivalencia que no estoy segura que yo esté proponiendo, (equivalencia sería quizá demasiado decir), tampoco sería generalizadora de cualquier estado místico y mucho menos de cualquier experiencia psicoanalítica. Lo que está claro es que hay algunos (más bien pocos) que muy desligados de la lógica fálica, no podemos dar cuenta de lo analítico sin pasar por algo, que aunque no tengamos por qué llamar místico, confluye de lleno con las cuestiones que Álvaro de la Rica despliega En cambio la experiencia analítica de otros jamás pasará por esos estados.
Y el propio Freud sostenía aquella tesis del origen de moisés como cabecilla de un grupo de insurrectos egipcios
Abrazos

Vicent Llémena i Jambet dijo...

Hablar de lo que hablamos, esto es el lenguaje, el discurso del analista, no intentar o creer encontrar un sentido ni un sinsentido sino acontecerse por el mundo como seres de deseo individuales y colectivos, de ethos y de logos, pero también estoy de acuerdo en que la dificultad o imposibilidad relativa del ethos provoca o alimenta el logos, la existencia de ser individual en el que hay que ceder a veces gran parte de la totalidad para poder estar en el camino de lo necesario, como es Dios, sin alcanzarlo pero tampoco crear el semblante de decir cosa no alcanzada o lo contrario.
La verdad es que hoy hablaba con mi cuñado sobre los peligros que acechan al individuo, el es psicoanalista junguiano y teníamos una controvertida conversación en la que lo único claro que hemos sacado es la falta del lenguaje, que somos lenguaje y que el ethos es el gran misterio que permite la existencia del individuo, hemos hablado también del papá estado y como éste empieza a tener tentaciones histéricas hacia la superprotección de sus súbditos.

Bueno, en fín, te dejo Vanessa aquí en València hace una noche muy calurosa y mañana pese a que habrá manga ancha en todos los lugares donde vayamos por lo de la selección, es el tema del día, y me alegro, pues me gusta el fútbol y mi selección, he de levantarme pronto. Te deseo una feliz noche y que tengas una resaca lo menos mala posible, besos de Vicent.

Dante Bertini dijo...

no puedo articular pensamientos que no me lleven en un vuelo rasante hasta argentina...
nos llamamos, verdad?

rakelakela dijo...

De nuevo me ha encantado tu entrada.

Yo no se nada de psicoanálisis, ni de Dios y casi nada de la mayoría de autores que citas, pero siento "conexión" con las cosas que escribes. Me veo en muchas de tus frases.

Un abrazo y ánimo para seguir leyendo, escribiendo y aprendiendo.

Pierre Muaddib dijo...

Le doy vueltas a lo que Zizek dice sobre "El Proceso": el problema de que La Ley no puede ni debe ser un alguién (Gran Otro) sino apenas un compromiso con esa instancia. De ahí que la "claridad" de los episodios kafkiana tenga que ver con lo siniestro de una pesadilla, donde las COSAS aparecen tan cerca que no adormecen toda interpretación. Ahora, cuando la pesadilla se desarrolla en la historia...

Saludos desde la Suite