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El trabajo de Albert Galvany sobre el Zhuangzi y esa reflexión badiouiana sobre el amor me pusieron en marcha, señalando un camino: experimentar el mundo a partir de la diferencia y la alteridad, el gesto o el movimiento y no la identidad. La filosofía junto al psicoanálisis, se han convertido en el mejor antídoto contra la asfixiante y embrutecida psicología por la que me obligan a pasar mis estudios. Y claro está: lo que uno construye, lo que uno debería defender, no es la identidad, sino una forma, una práctica de verdad sobre la que sostenerse. Así define Badiou el amor, une procedure de verité. El amor, -también podríamos decir la amistad, tal y como la entiende Zhuangzi según Galvany- plantea un problema casi metafísico, cómo lo que al principio no es más que puro azar, un encuentro azaroso y contingente con el otro, puede convertirse para cada uno en la construcción de una verdad, desde la que llegar a descifrar el mundo. La fidelidad no es para Badiou la exclusividad de los cuerpos, sino la victoria del azar, día tras día, en la invención de una duración nueva. Por eso el amor pide ser dicho o declarado, decir “te amaré siempre” tiene más que ver con la inscripción de una temporalidad nueva subjetiva en la que uno se sitúa para reinventar el mundo, que con el recuento de los días o los años. La lógica de la propia identidad es una amenaza, pues, para el amor idealizado -pero posible- de Badiou y mío; los celos proustianos ya no son vistos como constitutivos del amor, sino como un terrible parásito que lo dificulta o lo imposibilita. Me ha hecho gracia que Badiou, gran hombre de teatro, haga referencia a Samuel Beckett para hablar del amor: hay en Beckett, de quien se dice a menudo que es un autor de la desesperación y de lo imposible, algo particular al respecto: es también el autor de la obstinación del amor. El amor, es el elemento poderoso e invariable, escondido tras la apariencia de catástrofe en la existencia de sus personajes, su obstinación por durar… y esa referencia a Beckett me ha recordado la historia del gigantesco Ailanthus de Zhuangzi que también cita Galvany en otro artículo espléndido: un árbol tan enorme y extravagante, su tronco deformado por grandes nudos y gruesas ramas retorcidas, que, situado al borde de un camino, ningún carpintero o constructor cortará por considerarlo inútil. Como las palabras de Zhuangzi, extrañas e inútiles, que la gente rechaza por unanimidad. En el relato, Huizi alega que la dificultad para medir, controlar y regular las proporciones del árbol (sus medidas se resisten a los intrumentos de medición de la época) hacen de él una aberración, una anomalía. Del mismo modo, el estilo discursivo de Zhuangzi sin un objetivo político o moral definido, es inútil para la corte o la administración. Es lo mismo que se reprocha al loco, puesto que su saber es otro, y no es universalizable, es subjetivo e intransferible, pero no por ello es inútil.
También, en otro orden de cosas, se le reprocha eso al discurso psicoanalítico. Como no medimos, "curamos" ni diagnosticamos, no servimos para la pseudo-pretendida ciencia de los tubos de laboratorio. Como ese espléndido árbol gigante, sin embargo, acogemos a quienes toman el tiempo de vagar ociosamente, apartándose del camino, y reposan bajo sus hospitalarias ramas.
june swoon
Hace 10 años
15 comentarios:
me gusta mucho como escribes y lo que decis. Tus posts sobre el amor iluminan también mis reflexiones sobre las poéticas del deseo. Un abrazo
Maravillosa la analogía del árbol que por ser grande y pese a estar seco o muerto sigue no por su muerte sino por su existir él pese al otro sigue vivo.
Perfecto, yo he encontrado como encontró John Nasch en el amor el camino, que no es otro que el de dar un lugar a una verdad un eje en el que poder poner el compás de la realidad para realizar el cuadro infinito-absoluto-santísima trinidad de Dios o lo real lo que une al nudo y lo hace fuerte, ese árbol del que hablas es una de las esferas del nudo borromeo o del gordiano que da la estabilidad o la coherencia.
Hay quien dice que el hombre es espiritual, cada vez menos, pero yo soy uno al igual que tú y las religiones que sólo han sido tres del libro en la història y las formas de vida espirituales la mayor parte de las otras mal llamadas religiones también lo piensan, y por ello no podemos oponernos como un soldado a quien ama a ese Cristo o Dios padre o a ese Yavhé o Mahoma, sino darles el lugar que necesitan y piden pero desde el respeto; eso no quita que haya unos pocos que nos apartamos de la religión como ética y veamos la espiritualidad en la que el amor es una de sus partes, una de las que la conforman.
Bien Vanessa te dejo por hoy, y veo que has convertido tu blog en un espacio de libertad, de amor, de palabras y de dejamé que lo diga de transgresión, los cuatro círculos del nudo gordiano. Un beso de Vicent.
estoy deseando leer ese Badiou, que ya he encargado,
hay algo que se me plantea, como pregunta, a propósito de esta entrada, en relación a la obstinación en el amor: si se trata de una obstinación en el hecho de amar, o si se refiere a la obstinación de amar a alguien concreto, a quien se espera amar para siempre
parecen lo mismo, pero pueden ser cosas muy distintas, e incluso opuestas
construir, y descifrar el mundo, una praxis de verdad, la escritura, tal vez, pero supongo que se trata de una verdad sucesiva, que cambia también en función del amante
si no, si se trata de un amor único, para siempre, esa dimensión metafísica, y más que metafísica, espiritual, sólo puede existir no como azar sino como un don, un don que, concentrada en un amor único, y para siempre, no puede tampoco excluir a terceras personas
Yo modestamente, sospecho levemente de esa práctica de verdad
no por ninguna razón en especial, sino porque la indentidad es lo que se busca de un modo primero y básico. Lo que no quiere decir, que yo esté del lado de esa práctica y acción de la verdad de cada uno, contrastada, de ejercitación diaria como dices, y difícil. Y que me sitúa en la posición de Galvany y de ese gesto.
Sí, en Beckett, hay un transfondo de amor, de humor también, para continuar.. que no siempre se ha querido ver. Y lo dicen sus diálogos, con tremenda sencillez.
iluminaciones.
Yo creo también que la obstinación o la tenacidad o esa fuerza que hace perseverar muchas veces tiene que ver con el amor o lo sustituye o es una forma de amor, al menos a la vida.
Es muy bonito el post y la historia del árbol inútil, justamente en esa inutilidad está la clave de lo amoroso, un poco como aquello que decía Marguerite Duras del amor maternal, "qui ne cesse jamais, qui est à l'abri de toutes les intémperies. Il n'y a rien à faire, c'est une calamité, la seule du monde, merveilleuse."
Aunque por supuesto no dice que muchísimas mujeres no pueden sentirlo y se sitúan en el reverso, una perseverancia en el desamor.
Y ese árbol milenario...
hola Jose, es verdad, espero con ansias ese encuentro sobre las poéticas del deseo! me alegra que algo de mis obsesiones resuene en tu búsqueda, abrazos
gracias Vicent por eso que dices del espacio de trangresión y de libertad, es un cumplido muy grande! y me parece interesante que hayas hecho esa comparación con John Nash, porque es cierto que fueron sus matemáticas lo que lo sostuvieron durante esos años, pero también esa transcendencia que permite el amor, tú lo expresas muy bien, como eje, como compás...
hola Álvaro! tienes razón que es muy diferente. No sé si para Badiou tiene un significado diferente, para mí la obstinación tiene que ver con el amor como estado, como "práctica" o perspectiva vital en la que uno no se sostiene únicamente desde el Yo solo, único y fuerte, y no tanto con el amar a una sola persona para siempre. Ése ha de ser el deseo, pero no siempre es posible, porque el amor, como la verdad, nunca es siempre la misma, se renueva, se actualiza. A mí me gusta eso qeu dice Badiou "el deseo de una duración desconocida" el "para siempre" ha de ser desconocido, aunque sea un deseo de eternidad... no sé si te he contestado?! gracias por pasarte! abrazos
hola Iluminaciones, yo difiero aquí contigo, creo que hay algo en nosotros que huye de la identidad, de un exceso de nosotros mismos. Trascender, perderse, salir... huir si se quiere. Yo opongo aquí verdad e identidad, lo cual puede sonar un poco raro, pero es que en cuanto se intenta fijar (la identidad) deja de ser cierto, y Beckett, sí, me parece, es un buen representante de eso.
hola Bel(la, sí, hay en la obstinación algo vital, es eso, precisamente...
bueno, para mí el amor maternal no acabaría de entrar en la categoría de este encuentro azaroso y contingente que luego se convierte en otra cosa y permite mirar el mundo desde otro lugar lejano al "yo". El amor maternal no es ese precipicio del otro al que uno salta sin saber, y sin paracaídas
No, no lo es, aunque seguramente yo ya sólo pueda pensar en ese amor o el amor al mundo, a la vida, a la memoria, y lo demás lo he olvidado, no puedo imaginar en qué consiste ni si yo lo conocí realmente.
pero en cambio sí que se parece mucho a la escritura,esa posibilidad de perderse fuera del yo a través de esa otra voz... de hecho este post salió después de lo que escribió Hobby Horse sobre tu libro!
bueno, pues eso me permite opinar, con todo el cariño del mundo, sobre el comentario inmediatamente anterior de Isabel y sobre el último tuyo: el amor paterno/materno es una pasión, tan plena como la que más, y con notas de un erotismo fuerte, totalizante y emocionante, si se me permite la expresión, pero, dicho esto, confieso que me ha impactado el comentario de bel, por lo que supone de renuncia al amor pasión (eros y philia juntos). No es que no me lo crea, pero debo decir que sin eso yo estaría muerto,
Joder, qué tema
Propongo hacer un encuentro de blogers, un seminario sobre Bridesahead Revisited por ejemplo
A la espera de una idea mejor, propongo que las sesiones tengan lugar en el Belvedere
Ya sabéis, in vino veritas!
bueno, no voy a ser yo la que te discuta la naturaleza pasional del amor paternal ;-)
y no creo que Bel renuncie verdaderamente, lo que pasa es que ella vive en su aquí y ahora y en su hoja de ruta se encuentren antes otras cosas... habrá que discutirlo en el Belvedere!!
Totalmente de acuerdo contigo, y con tu interrogación y tu dedo en la llaga. Cuesta desprenderse de esa identidad como dices. En Beckett esa separación de indentidad y verdad es así, los personajes de B tienen esa finalidad, hacernos ver ese dilema o esa suerte de clase de amor, también. Y claro, esa separación de la que hablas, que yo señalaba de una manera un tanto torpe, diciendo que la identidad, al ser algo básico se contrapone muchas veces a verdad.
iluminaciones.
Un buen blog por su contenido. Buen hallazgo del día.
Saludos.
Hoy, estas letras, bálsamo y reflexión.
Es un placer leerte.
Inuits
Podría vivir en esa cocina de la foto. En realidad lo intento.
Felicidades.
hola, perdonen.. he estado un poco ausente,
gracias por las visitas y lecturas
seguimos leyéndonos
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