Empezó el
Nuevo Año del Tigre!
Perdonad porque no me di cuenta de la moderación de comentarios...!
Tuve una semana un tanto foucaultiana, que empezó con una interesante conversación entre
Enthoven y
Mathieu Potte-Bonneville, y siguió con otras alrededor del anti-edipo y la locura. También unos días antes
Monique David Menard hablaba de la actual banalización y moralización de la sexualidad en términos complementarios. Me gustó que ella definiera el sexo como todo aquello que concierne en el individuo el placer, displacer y angustia, permitiéndole definirse frente a los demás a través de experiencias diversas, complicadas pero apasionantes, que más tarde irá trasladando a la esfera de lo social, lo laboral, etc. Sin embargo ella, psicoanalista y profesora de filosofía, señalaba el reto para los jóvenes de hoy frente a la dificultad de poder encontrar un trabajo, una profesión en la que seguir desplegando algo de esa experiencia que los medios se empeñan en mostrar como anodina. Placer físico, lo llaman, como si hubiera en él algo automático e instantáneo.
Foucault a su vez distinguía entre el sexo (instancia ligada a lo real, a nuestro cuerpo y naturaleza) y la sexualidad, definida como conjunto de prácticas, discursos, actores y modos constituidos alrededor de la producción e intercambio de placer. La sexualidad constituiría un conjunto de prácticas de lo más variadas y multiformes, en ningún caso innatas o espontáneas, sino construidas y producidas por otros discursos sociales, en los que se empara a menudo el poder. La sociedad nos dice que tenemos un sexo y que ese sexo dice la verdad sobre quienes somos, cómo pensamos, deseamos o lo que queremos, pero Foucault desconfía de eso. Critica un empuje a la confesión de la verdad y no ve en el sexo un elemento que al ser liberado pueda ser subversivo. Critica esta sociedad que no hace más que reclamarnos confesar nuestra verdad, deseos, pecados, pasado, infancia, confesar lo imposible, cómo si únicamente explicándolo todo pudiéramos llegar a liberarnos. Yo estoy de acuerdo con él, confesar, admitir, explicar, incluso ser consciente, si no es para hacer algo con eso no sirve de nada, y puede servir incluso de fachada o coartada. Y me gustó leer su prefacio al
Antiedipo de Deleuze y Guatari, impregnado del tono exaltado y militante de esos años:
"Liberad la acción política de toda forma de paranoia unitaria y totalitarismo Liberaros de las viejas categorías del negativo (la ley, el límite, la castración, la falta, la laguna) que el pensamiento occidental ha sacralizado durante tanto tiempo como forma de poder y de acceso a la realidad. Preferid lo positivo y múltiple, la diferencia a lo uniforme, lo flux a las unidades, los arreglos móviles a los sistemas. Considerad que lo que es productivo no es sedentario, sino nómada. No creáis que se tenga que ser triste para ser militante, incluso si aquello que combatimos es abominable. Es lo que une el deseo a la realidad (y no su fuga en las formas de representación) la que posee una fuerza revolucionaria. No utilicéis el pensamiento para dar a una práctica política un valor de verdad… No exijáis a la política que restituya los “derechos” del individuo tal y como los ha definido la filosofía. El individuo es un producto del poder. Lo que hace falta es “desindividualizar” por la multiplicación y el desplazamiento de las diversas maneras de hacer. El grupo no debe ser el lazo orgánico que una a individuos hierarquizados, sino un constante generador de “desindividualización”. No os enamoréis del poder…"
A mi el (complejo de)
Edipo, por razones bien distintas que las de Deleuze, tampoco me dice demasiado. Apenas lo utilizo clínicamente, la considero más bien una metáfora, una interpretación histórica y personal de Freud de algo más fundamental y consistente, que incumbe esencialmente al deseo y a la relación con el otro. Creo, como me pareció que señaló
Zafiropoulus, que sólo se puede leer a Freud a partir de su fantasma de padre muerto (Tótem y Tabú...) y que algo parecido pasa con Lacan y su Nombre del Padre (siempre me fascinó que su hija nunca consiguiera llevar su apellido y pasara de Bataille a Miller). Con esto no intento ignorar ninguna teoría, pero en cualquier caso, se hace necesario siempre contextualizarlas. En el mito de Edipo encontré gracias a
un analista una clave que siempre me resultó más interesante, su relación con el enigma y el saber. A Edipo lo que le pierde es la arrogancia de creerse capaz de liberar a Tebas de la peste adivinando, como había hecho en el pasado con la esfinge el enigma. El desenlace lo leo pues en relación a un saber imposible sobre uno mismo, y eso también tiene que ver con la sexualidad.
4 comentarios:
Sí, cómo consuela a veces Foucault en estos tiempos de precariedad y fragilización de casi todo... Cómo me consuela a mí al menos ese tono rebelde.
En cuanto a ese saber imposible de uno mismo (y su relación con la sexualidad) no puedo evitar leer esa frase como si hablara de mí y de lo que hace un momento escribía en un email.
No, yo tampoco creo que la confesión sirva de nada (y es prosaica, obscena, roma) si no la transformas en algo; pero si logras esa transformación alquímica, en fin, esa es la felicidad de la escritura...
Mira leeté mi Edip i Abraham i verás mi posición en cuanto al complejo de Edipo, en él intervienen tanto deseo, como sexo, como espiritualidad, para mí es un hacerse mayor del individuo que ya deja de amar al poder, pero el que se pasa conscientemente i filosóficamente no el de Freud en la inconsciencia o la inmadurez al menos y con el olvido.
En cuanto al poder, decirte que sólo desde la aceptación de uno mismo se puede desapegarse de él, desde la espiritualidad y la experiencia de la muerte.
Un beso y decirte que se está representando aquí en València Mamma Mia una obra maravillosa, yo no soy partidario de una vuelta al padre universal puesto que todo lo que se universaliza muere, está claro, pero desde cada uno hay una vuelta a Él. No sé ni quien es ni si existe, solo sé que muerto el Padre sólo nos queda la reconciliación, el condescendimiento, el amor.
Un beso a una de las mujeres más guapas que he visto, interior y exteriormente, a ti.
¿Hacer "algo" con eso?
¿Y si sólo se tratara de ser feliz o al menos vivir en paz consigo mismo?
magnífica entrada, como siempre
sí, es evidente que cuando hablas de hacer algo con eso, no estás descartando que saber más, conocer mejor, la dimensión puramente autorreflexiva, no sea ya de por sí algo, supongo, ¿no?
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