tibetan tent photo by SqueakyMarmotSigo con inquietud la noticia de revueltas, protestas y brutal represión en el Tibet. Como muchos de los que lo hemos conocido de cerca ese pueblo de
paisajes sublimes, cultura excepcional y
gente única, me he estremecido al pensar en la violencia, el sufrimiento que debe de estar viviendo la población tibetana, en Tibet y en el resto de China y todos los tibetanos en el exilio. Lhasa me pareció un sueño cuando estuve ahí, pasamos no sé cuántos días
girando alrededor del Jokhan, caminando y mezclándonos con
los peregrinos, visitando
templos, bebiendo té, observando a la gente. Abandonamos planes de viajes y recorridos, para s
implemente estar, y poder quedarnos en la parte vieja de la ciudad sin contar los días, en el techo del mundo, fuera del tiempo. En Lhasa conocía a jóvenes artistas chinos que habían dejado ciudades como Pekín o Nanjin para quedarse a vivir ahí, u otros que viajaban al Tibet constantemente, que practicaban el budismo tibetano desde hacía años y que respetaban y admiraban esa cultura, que desde luego, sabían y reconocían como diferente. Un año más tarde, esta vez sola, y siguiendo los
consejos de amigos viajé por zonas tibetanas de las actuales provincias chinas de Gansu y Sichuan, lugares y paisajes maravillosos, ahí pude c
onvivir desde más cerca con monjes y familias tibetanas, comiendo y durmiendo en sus casas o posadas, charlando con ellos, compartiendo autobuses de línea, paseando y permaneciendo durante días en los pueblos-monasterios, como una peregrina más. Sobra decir que me opongo al uso de la violencia, no únicamente ahora, sino a lo largo de toda la ocupación china desde el año 1949, la física, la política, la moral, étnica y cultural, y que la posición china, su paranoia, su exceso de recelo una aberración. Aún así, no suelo comulgar con muchas de las críticas y juicios que se emiten desde occidente. Por eso me he acordado del artículo de esta semana, previa a la crisis, de mi admirado
Rafael Poch,
la actualidad de China. En él Poch habla de China como paradigma de toda una serie de conflictos, debates y retos de la actualidad global: todos los problemas cruciales para nuestro mundo se encuentran contenidos en ella, los que tienen que ver con la población, con los recursos, con los procesos de desarrollo, industrialización o capitalismo devorador. También con la crisis de los viejos valores occidentales y la necesidad de la emergencia o establecimiento de nuevos. Este periodista brillante y fino observador nos recuerda la demostrada capacidad histórica china para sobrevivir y adaptarse a grandes y penosas dificultades y cambios. Y lo más importante sin duda: “
la conciencia de que todo se puede torcer súbitamente es muy viva entre los dirigentes chinos, que perciben y definen su sistema como algo profundamente imperfecto y abierto al cambio” .Se pregunta por lo que la tradición china puede aportar a las preguntas que afectan a todo el planeta, y si realmente puede seguir siendo observada "
con vehemencia y sin respeto, si debe ser objeto de arrogante aleccionamiento, o sujeto de intercambio y observación." “Solo quien sepa en qué mundo vive, quien sea consciente del momento de este mundo, y de la necesidad imperiosa de una nueva mentalidad basada en otros valores, sabrá apreciar, y respetar, la actualidad de China” Creo que hay mucha gente que se alegra de que los juegos olímpicos sean un a ocasión de oro para denunciar y boicotear a los chinos, pero los cambios, -necesarios-, han de venir de dentro y no imponerse desde fuera, tan hipócrita y arrogantemente, como lo suelen hacer los países que se llenan la boca con la palabra democracia. Lo que está ocurriendo en Tíbet es una tragedia, primero para los tibetanos, pero también para los chinos y el proceso de apertura y normalización que viven. En la crónica de estos últimos dos días, me ha entristecido escuchar que
población tibetana, furiosa, esté tomándola con la
población hui (musulmana). Normalmente ambas comunidades conviven armoniosamente en pueblos y aldeas, ocupándose estos últimos de las profesiones y tareas más comerciales. Suelen r
egentar la panadería, la carnicería, la empresa de transporte o ser los profesores rurales de cada pueblo. Dicen que atacan sus establecimientos más en su naturaleza de colonos chinos que como musulmanes. Pero lo cierto es que esta población emigrante china, sea hui o han, impuesta con calzador por el gobierno chino, es la que acaba beneficiándose de la millonaria inversión china en el Tibet de los últimos años, en detrimento de los tibetanos que continuan siendo ciudadanos de segunda en su propia casa. Sé que mi blog suele estar bloqueado y no se puede leer en China, y con esto que escribo será mucho peor. Lo siento por mis amigos, pienso en ellos, y sólo me queda esperar lo mejor… No hay ninguna idea política que justifique el asesinato y la tortura de personas, ni en el Tibet ni en ningún otro lugar del mundo. El otro día escuché en una canción, menos mal que las escopetas no matan las palabras