1.3.07

caminando sobre la cola del tigre


Siguen siendo días sin tiempo, y me siento como en aquel cuento de Pepe el tonto y otros tontos que me enseñó Bel, en que enviaban a alguien a por agua y éste sale a buscarla con un rallador de queso en la mano, al que llaman colador. Siento el tiempo atravesar el rallador de queso que cargo en el bolso estos días, y temo convertirme en uno de esos personajes, esclavo de amos exigentes, imaginarios y reales… pero me alivia que el límite a esas horas que se escurren y se precipitan, los confines de las arenas movedizas, los ponga el cuerpo: que haya algo físico y concreto que ponga fin a la interminable sucesión de pensamientos y de voces.
Esta semana me he dado cuenta de que esa angustia inicial que provocan los niños, su falta de represión, su demanda salvaje de atención, la manera brutal a veces de expresar lo que les está pasando, su necesidad de verdad y la dificultad del docente de contener el grupo y la clase, no sólo entretenerlos sino también hacer que aprendan, mantener ese difícil equilibrio entre mostrar autoridad y estimularlos… todo eso que antes me inquietaba ha pasado a ser un aliento para mi, un punto de apoyo, una realidad que hace que se ordene el resto. Y ese lugar que ocupo durante las 3 horas semanales que prácticamente no me pagan, es paradójicamente un lugar en el que no soy esclava ni amo, soy una equilibrista a la escucha, una esponja atenta y dinámica, una estrella del circo, una aprendiz del libro de las mutaciones. Hoy he pensado en un hexagrama del Yi Jing que me gusta mucho, es el Lǐ que hay en la imagen, que expresa la armonía y el decoro de los “ritos” o reglas internas en el proceder de las personas. El triagrama superior es el cielo, el inferior es el agua dormida de la ciénaga, que expresan la estabilidad y el sentido de ser interior a las cosas. El hombre puede atravesar un suelo extremadamente peligroso, caminar sobre la cola del tigre, ningún mal le llegará y disfrutará de total libertad de acción. En occidente cae muy mal ese concepto de los “ritos”, que tantos problemas causó a los primeros jesuitas y primeros sinólogos. Y me gusta mucho que incluso para los propios chinos sea difícil definir en qué consiste el espíritu ritual del universo chino, homófono con el otro gran concepto Li, orden natural de las cosas (que al parecer designaba las vetas interiores del jade). De esta manera, y como explica Anne Cheng, el espíritu ritual chino no es “una cuadrícula colocada desde el exterior sobre el universo, sino la nervadura misma del universo, que hay que encontrar, hacer reaparecer, revelar en el sentido fotográfico de la palabra”

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta la imagen de la cuadrícula puesta sobre el universo versus la nervadura misma del universo. Me acuerdo de una escritora balcánica diciendo que los periodistas de Europa Occidental intentaban ajustar la realidad balcánica a sus esquemas preconcebidos, como si no levantaran realmente la vista de sus cuadernos o no abrieran el visor de sus cámaras. El colador que sirve para rallar queso y pela los dedos, como mi día perdido en un agotamiento sin fruto, injustificado, como el agua que se filtra, como la serrure qui serre la clé de Cixous, sólo pido más días, más oportunidades, ¿será porque atravesé el espejo, como dice Cachodepan?

Anónimo dijo...

Y esto también: "soy una equilibrista a la escucha, una esponja atenta y dinámica, una estrella del circo, una aprendiz del libro de las mutaciones", qué buena definición para alguien que enseña felizmente...

toni.b dijo...

Revelar no es copiar, no es reproducir, ni siquiera des-velar, es ante todo (re)construir desde lo recibido; en última instancia poner en pie una nueva gestalt partiendo de la antigua.

Sigo con interés estos últimos posts.

Saludos.

el objeto a dijo...

Gracias Toni, qué bonito eso de poner en pie una nueva gestalt a partir de la antigua, me interesa mucho el (re)contruir, el poder rescribir, el poder crear algo nuevo con lo recibido