Cabra en Lhasa, by Hibachirama
Ayer, para ilustrar una idea surgida de la lectura de un seminario de Lacan, Mercè Altimir, psicoanalista y traductora del japonés, nos explicó una canción infantil nipona en al que una cabra blanca envía una carta a una cabra negra, que al recibirla, toda contenta, se la come. Se da cuenta entonces que no ha leído lo que ponía, así que escribe una carta a la cabra blanca preguntándole por el contenido de ésta. La cabra blanca al recibirla se la come a su vez, y luego se da cuenta de que lo ha hecho antes de leerla, por lo que vuelve a escribir y enviarle otra carta a la cabra negra… y así avanza la canción, repitiéndose todo el rato. Mercè quería hablarnos de que más allá de la inmediatez de lo que sentimos al recibir un mensaje del otro, la lectura necesita cierta elaboración. Habría así una dimensión del sentir que correspondería al registro de lo imaginario, del yo, mientras que en la lectura se abriría el registro de lo simbólico y por lo tanto del otro. La reflexión acerca de lo que somos capaces de leer en lo que viene del otro, nos permitiría pensar, más allá de cómo gestionamos muchas de nuestras relaciones personales, lo que sucede en todas estas terapias que trabajan únicamente con lo sentido, y preguntarnos cuánto hay ahí de la bonita canción de las cabras
june swoon
Hace 10 años
3 comentarios:
Yo soy la cabra negra, o la blanca, me he dado cuenta enseguida, tantas veces he sentido que había devorado demasiado deprisa las "cartas" que me llegan, los mensajes, los inputs, y luego, ¿cómo saber? La única forma es escribir otra carta... Esa canción me alegra muchísimo porque en el fondo, no sólo me refleja, sino que permite reírme de mí misma y encontrarle un sentido poético a un problema...
nos pelearemos con zbelnu (luzbel?)por ser la cabra...yo tengo a mi favor serlo en el horóscopo chino: una cabra loca, blanca y negra, que siempre al monte tira y se devora todo lo que, a su paso, le gusta.
seres imprevisibles, devoradores, creativos y sensibles!
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