Lantern Festival, Taiwan, by Aia
He visto por fin la película de Hou Hsiao Hsien, El Maestro de Marionetas –absténgase quienes no soporten las películas lentas, sin apenas diálogo y donde no pasa nada. No la recomendaré, aunque a mi me ha fascinado (pero el cine tal y como yo lo entiendo, y sobretodo aquél que no es un simple narrador de buenas historias, tiene demasiado que ver con los ritmos interiores, con los paisajes y universos que resuenan en uno, en un determinado momento de su cambiante existencia)
La película narra la vida de un maestro de marionetas a principios de siglo XX en Taiwán, bajo la ocupación japonesa, y mezcla el género documental con la ficción clásica. No obstante, lo que realmente marca la película es por un lado la estructura elíptica narrativa, inspirada en la ópera tradicional china, y por otro la posición de la cámara y el uso del plano secuencia “como medida de todas las cosas”. Así mientras la cámara va mostrando escenas familiares, teatrales, los acontecimeitnos suelen ocurrir fuera de la pantalla. La voz del protagonista aparece bien en off, bien en forma de entrevistas en las que el maestro, ya anciano, habla directamente a cámara . Los acontecimientos más que ocurrir frente a nosotros, nos son sugeridos, o explicados indirectamente, de tal forma que la vida de Li Tienlu adquiere sentido en la relación de éste con su familia, amigos, su profesión y su contexto histórico.
La cámara suele mantenerse inmóvil y a distancia, poniendo el acento en las relaciones sociales y familiares, sin querer inmiscuirse en la intimidad o individualidad de los personajes, algo que resulta muy chino pero también muy raro en el cine. Se le ha comparado con Ozu , y su peculiar posición de la cámara en los interiores. Me gusta mucho algo que escribía un crítico hablando de la mala interpretación del vacío y la elipsis en la pintura china. Hay quien piensa que el pintor deja grandes espacios en blanco para que el observador lo complete con su imaginación. El pintor chino, sin embargo, evita toda idea de completud, puesto que sabe que nunca podremos conocer nada plenamente, y que aquello que podemos describir como tal o completar no podrá resultar verdadero a quien lo percibe.
Y algo así es lo que me pasó viendo esta locura de película, llena de música, fragmentos de ópera china, y de paisajes rurales, me emborraché de un cierto sentido de autenticidad que se me escapaba. Como cuando uno observa hablar al inconsciente, en los sueños, en lo que se dice: lo que está ocurriendo realmente queda fuera de pantalla, ha sido omitido, desplazado, inhibido diría Freud, pero es así como avanza la realidad, y los chinos parecen haberlo intuido. De hecho el título original en chino sería algo como "teatro, sueños, vida" Luego leía las notas de Freud, al final del análisis del pequeño Hans: “Nuestro pequeño investigador ha hecho muy temprano la experiencia de que todo saber es un fragmento y de que en cada estadio queda un resto no solucionado.” Y me quedé feliz, con las imágenes del viejo Taiwán rondándome la cabeza.
june swoon
Hace 10 años
1 comentario:
Qué interesante intoxicación de autenticidad! Me llega como algo refrescante en este día, que me parece tan amargo como si hubiera tomado café turco. ¿Será la vejez súbita o serán las hormonas?
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