Ayer después de peli japonesa en casaasia, hicimos doblete en el verdi con
Paris je t’aime. Me produjo cierto alivio descubrir que por fin, en el cine más comercial y sin que tenga que ser un ejercicio intelectual a lo
Haneke, que también me gusta, podamos ir viendo propuestas de historias deshilvanadas y abiertas, parciales y sinceras, que no tienen que explicarlo todo, ni avanzar sobre la pretensión de constituir un universo cerrado y completo en sí mismo, y que es en cualquier caso tranquilizador y domesticado. Se combinan historias más y menos interesantes, estilos diversos, posiciones más y menos honestas y superficiales, pero subyace en el trabajo de producción una especie de respeto por la diversidad y el trabajo bien hecho. Y como pasa en el cine, también supongo que depende de en qué momento se ve, uno percibe una cosa u otra. Brillante el guión escrito por
Gena Rowlands, y conmovedora su interpretación. Y Fanny Ardant, Juliette Binoche, Miranda Richardson… Magníficamente rodadas, y el humor que atraviesa la película como bálsamo para las heridas que no hace falta ocultar. Pero a lo que iba, en la última escena, realizada por
Alexander Payne, una norteamericana lee su redacción para la clase de francés, acerca de su viaje a París, donde explica lo que hace, los lugares que visita, sus impresiones… y cómo un día sentada en un parque, le asalta una sensación de algo que retorna, algo que quizá olvidó, o quizá siempre le había faltado, y aparece un llanto silencioso mezcla de tristeza y alegría, pero no tan triste, porque es en ese momento en que ahí sola, se da cuenta de que empieza a amar París, y París la empieza a amar a ella
1 comentario:
precioso comentario, de verdad, aunque no sé si con ese maravilloso plantel de actrices buenísimas -aunque muyyy antipáticas todas- correré a verla...tal vez espere la aparición en cedé...te contesté algo en mi blog, pero nunca sé dónde ni cómo se dialoga...y el vértigo sensual, pequeña miss sunshine?
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