29.7.07

北京的枣树 (los azufaifos de Pekín)


el otro día en un programa de radio sobre mujeres escritoras en que hablaban de la vida de Karen Blixen, explicaban que los masai o los kikuyu, no recuerdo bien, no entendían esa ansía nuestra por ganar tiempo. Coger un coche o un tren para desplazarse más rápidamente de un lugar a otro suponía para ellos una pérdida,- una pérdida de tiempo imagino-, y no una ganancia. Me pareció una bonita reflexión para este verano perezoso que recién comienza para mí. Esta tarde calurosa y lenta he seguido leyendo un poco a Li Bai y a Du Fu, y he descubierto varios programas de algunos minutos, muy buenos, de entrevistas y reportajes sobre el Pekín más actual, realizados por DanweiTv. A continuación, para quien siga ahí y disponga de ese tiempo y curiosidad, siete minutos de una interesante entrevista a Zhang Jinqi, autor que vive en la capital china y que lleva años documentando los cambios de las ciudades y la destrucción de barrios y estilos de vida a través de fotos, libros y hasta una web.
Jinqi expone su punto de vista acerca de las dificultades de preservar la historia. Además de que lo que dice está muy bien, hay imágenes sobre esa realidad que poco a poco desaparece y que me gustaría compartir, de esos barrios tradicionales que descansan a la sombra de los azufaifos

26.7.07

un poco más sobre la espera

photo by ycone801
Una rama de ciruelo
el aroma de los lotos rojos se desvanece, verde alfombra de otoño,
me desabrocho el fino vestido de seda,
sola subo a la pequeña barca
¿quién me enviará entre las nubes preciosos mensajes de amor?
Quizá volando de regreso las ocas salvajes dibujen palabras en el cielo
La claridad de la luna envuelve el pabellón del oeste
Las flores se marchitan pero las aguas fluyen como siempre
Igual que nuestro amor
Dos lugares distintos: una misma tristeza
Que quisiera detener pero no puedo
Lágrimas desde mis ojos caen, desde mi corazón ascienden


traducción
de Pilar Gonzalez España

Este poema de Li Qingzhao pertenece a la serie de poemas de amor sobre la espera, paralela a la espera de la llegada de la primavera, simbolizada por la flor de ciruelo, que aparece durante esa época del año. Está escrito en estilo Ci, que la autora exploró especialmente, y sobre el que escribió algún ensayo. Los versos eran compuestos para melodías populares ya existentes, aunque hoy olvidadas; esta forma poética, más libre que otros estilos clásicos, era ya popular en la dinastía Tang, pero no fue hasta entonces, en la dinastía Song que adquirió su mayor florecimiento. De métrica irregular y número de versos ilimitados permitía mayor espontaneidad, favorecía la expresión de los sentimientos y el tono intimista. Requería, no obstante, como indica Pilar en el prólogo de la selección y edición española, de un agudo sentido musical que permitiera adaptar los versos a la melodía. Como éstas eran a menudo las mismas, muchos de los títulos eran iguales.
Además de sus poemas, la vida de Li Qingzhao fue fascinante. Nacida en 1083 en una familia ilustre de Jinan que servía al emperador, recibió una educación intelectual y artística. Se casó con un estudiante imperial Zhao Mingcheng, con quien compartió su creación poética, su afición por los libros, las pinturas y las antigüedades. Se gastaban todo lo que tenían en comprar piezas antiguas, libros, sellos de inscripciones, rollos de pinturas y caligrafías. Ella explica que en el primer y quinceavo día del mes su marido empeñaba alguna prenda de ropa para poder comprar fruta y copias de las inscripciones. Se alimentaban de arroz y verduras, vestían con ropa sencilla y en cambio llenaron hasta diez salas de su casa con sus colecciones. Iban a las bibliotecas imperiales en búsqueda de poemas que no aparecían en los anales clásicos, historias extraoficiales u obras que habían sido escondidas en las paredes y encontradas en las tumbas. Por su trabajo oficial, él se vio obligado a viajar a menudo pasando largas temporadas fuera, lo que ofreció a Li Qingzhao la ocasión de escribir muchos poemas de amor, de separación o espera. Juntos escribieron un registro o catálogo de inscripciones aparecidas sobre metal y piedra (campanas, copas, bronces, trípodes, urnas, boles, discos de piedra), el Jin Shi Lu, de 30 volúmenes, que a la muerte de él a sus 48 años, ella siguió corrigiendo y completando para su edición. Vivió durante los años agitados de la transición de la dinastía Song del Norte a la del Sur. Perdió todo lo que poseía, enfermó y se vio obligada a viajar en busca de acogida y apoyo. En el epílogo a la edición del catálogo, ella explica las peripecias de su vida en primera persona y recuerda con nostalgia el que debió ser un divertido matrimonio.

Cuando traía las caligrafías, las enrollábamos y desenrollábamos miles de veces. Cuando adquiríamos un vino antiguo, lo examinábamos con gran atención. Corregíamos los errores de los libros, apuntábamos las ausencias en los antiguos y nos dedicábamos a meditar y apreciar cómo se quemaban las velas. Cada tarde, después de cenar, nos sentábamos juntos y jugábamos a un juego inventado. Traíamos mil libros sobre la mesa y debíamos adivinar de quién era ese verso, a qué obra pertenecía, o intentábamos situar la fecha exacta de un hecho histórico y acabábamos muertos de risa con el derramado sobre la mesa.

25.7.07

el cuerpo que espera


Hokusaï, Joueur de flute assis sur une branche de saule, contemplant le mont Fuji - 1839 scaned by dominiq
Frente a la visión materialista de la medicina clásica occidental que se esfuerza en representar la vida psíquica como una entidad corporal, el cerebro, con propiedades mentales, y frente a la que yo creo es una mala interpretación de la visión oriental o espiritualista del cuerpo como un organismo mental, compuesto por meridianos energéticos o chakras, con propiedades físicas, el aporte freudiano vino a zanjar para muchos ese falso dilema, que ya debería estar obsoleto; me sorprende que aún haya gente que debata si es la actividad neuronal la que rige y determina la vida psíquica, no disponiendo ésta de una real autonomía, o si es la actividad psíquica la que actúa y transforma la realidad neuronal. Evidentemente, y tal y como lo muestran los ejemplos más banales de nuestra vida cotidiana, se trata de un sistema que funciona en ambas direcciones. Pero bajo pretexto de que se puede identificar la subida o descenso de la actividad neuronal en los encefalogramas, hay aún quien confunde lo que está siendo estimulado con lo que es agente estimulador. Hoy escuché en la radio a Jean Michel Thurin, psiquiatra y psicoanalista en la Salpetriere, en un breve programa sobre psicosomática. Ese tipo de afecciones orgánicas aparecen cuando la tensión psíquica es demasiado fuerte y el sujeto no puede elaborarla en su interior. Aunque sólo sea porque el cerebro comanda el sistema nervioso, endocrino e inmunológico, hay quien dice por ejemplo, que el cáncer podría aparecer, en parte, por la deserción inmunitaria y endocrina sufrida como consecuencia de un acontecimiento traumático. Pero lo realmente interesante fue lo que dijo Thurin acerca de los efectos de la persistencia neuronal, es decir, de la memoria, y la existencia de una red o entramado de conexiones neuronales que se construyen en cada uno como una arquitectura, una especie de infraestructura a la vez maleable y estable, a partir de las huellas que han dejado las vivencias o percepciones, y que terminan haciéndonos reaccionar o produciendo un encendido ante representaciones internas o estímulos externos en relación a nuestros propios recuerdos. Así se explica la dimensión temporal esencial de la vida psíquica, que la diferencia del simple funcionamiento neuronal u orgánico que sí puede ser observado e identificado en un único momento, pero no reducido a él, al no tener en cuenta esa acumulación de percepciones y vivencias, que hacen que ese entramado sea complejo y único, subjetivo. Como recordaba Thurin, Freud ya lo había definido así en sus comienzos, y parece que los conocimientos actuales no hacen sino darle la razón. Si no hay emoción, no hay memorización pero si hay demasiada emoción, paradójicamente, se bloquean las neuronas y tampoco hay memoria, o esa memoria se convierte en obsesión, síntoma, significante que acecha.
Yo pensaba estos días en el cuerpo que no sólo recuerda, repite e inscribe, sino que espera. En ese camino hacia la muerte que descubrimos más allá del principio de placer, existe no sólo el freno que supone el saber o el crear, el significar como límite, sino también el desear, el esperar: esperar que las cosas salgan bien, que mañana llegue aquello, tener la curiosidad de escuchar a otro que no sea uno mismo, estar abierto, incompleto. Tener proyectos es desplegar un espacio en blanco delante nuestro, una especie de memoria de futuro a seguir construyendo

19.7.07

imágenes del mundo flotante

pintura de Kitagawa Utamaro
Parece ser que durante los primeros años de la floreciente, próspera y cosmopolita dinastía Tang (en aquella época llegaban a China estudiantes y monjes de Corea y Japón, jefes y guerreros turcos, khitanos y uigures, emisarios, artistas del Asia Central, comerciantes de la India, Siria, Persia y Arabia, mahometanos, budistas, maniqueos, nestorianos..) fue la emperatriz Wu Zhao o Wu Zetian, concubina de dos emperadores la que convirtió la poesía en requisito para los exámenes oficiales, y por lo tanto para el ascenso en los cargos públicos. Muchos funcionarios eran poetas dedicados al servicio del estado, y los deberes administrativos les obligaron a recorrer largas distancias para ocupar puestos en las fronteras, de aquí la añoranza, el lamento por la separación, el destierro, la amistad y las visitas como temas recurrentes en sus obras.
Un nuevo poema de Meng Haoran que me ha hecho pensar en la velada de ayer con Bel, bebiendo vino y poniéndome al día en noticias sobre el azufaifo
Visito la aldea de un amigo

El amigo prepara mijo amarillo con pollo
Me invita a su casa campesina
Verdes árboles protegen el pueblo
Montañas azules descienden hasta la muralla
La ventana abierta mira al huerto,
Con el vino charlamos de asuntos del campo
Con la llegada de la fiesta del doble sol
Volveré a contemplar los crisantemos

Regresé tarde a casa con una grabación que me prestó de franceculture sobre el famoso pintor de estampas japonés Kitagawa Utamaro, conocido sobretodo por sus bellos retratos de mujeres. En el programa intervenían historiadores del arte y conservadores expertos, intercalaban sus comentarios con poemas y música. Escuchar las descripciones de las láminas, las traducciones y el original de los poemas, fue todo un viaje. El arte de la estampa está muy ligada a la historia de la antigua ciudad de Edo ( actual Tokio) y fue desde sus inicios un arte de los artesanos, del pueblo, para el propio pueblo, fuera del dominio de la corte del emperador en Kyoto. La obra el Utamaro se encuentra ya en el siglo XVIII en el diccionario de las imágenes del mundo flotante, -concepto budista adaptado en s XVII al mundo laico, de los placeres, del teatro, las cortesanas y todo lo efímero

Vivir solamente el instante, contemplar la luna, la nieve, el cerezo en flor, y las hojas de otoño, amar el vino, las mujeres y las canciones, Dejarse llevar por la corriente de la vida, como la calabaza vacía flota en la corriente del río

Los monjes habían enseñado a leer a los comerciantes, mujeres y niños, el pueblo pudo desarrollar su arte, lejos del universo de los nobles. Así, una de las modelos favoritas del pintor era la hija de un artesano de pasteles de pasta de soja azucarada. Describieron láminas de insectos con libélulas rojas y escarabajos malvas. En ese libro de los insectos aparecen asimismo lagartos, serpientes y ranas, animales todos ellos cargados de afecto por parte de los japoneses. En primavera la gente va a contemplar las flores, en otoño se reúnen para escuchar el ruido de los insectos, alrededor de una botella de licor y buenos platos, si posible.

Mis lecturas estos días son interrumpidas por el trabajo y el cansancio y no me ha dado tiempo a buscar realmente, pero me preguntaba si la concepción corporal de la cultura china (japonesa y coreana por extensión) no estaría más cerca en ciertos aspectos de la concepción del cuerpo en psicoanálisis. Efectivamente el cuerpo para el psicoanalista no es el cuerpo de la anatomía, del fisiologista, ni siquiera el del biologista o el filósofo. No es que se ignoren las alteraciones bioquímicas o que se quiera negar las conclusiones de la ciencia médica, sino que eso no se encuentra en el centro de sus preocupaciones. Para el psicoanalista el cuerpo es el lugar del goce y del deseo, de su relación con el dolor, la pérdida, el otro, en su dimensión especular, objetual y también real, de su relación con el significante, cómo se inscribe éste en la escritura corporal del sujeto, cómo se manifiesta la simbología del síntoma. En la cultura tradicional china también existe una concepción del cuerpo en la que el funcionamiento de los órganos no tiene sentido si no es dentro de una visión global, articulada en base a un aliento interno que lo recorre y lo habita. Pienso el en gesto de un calígrafo, en la relación del cuerpo del ser humano con el paisaje, las resonancias, la falta de modelo, de esquema externo. Aún no sé cómo todo esto liga. Pero en fin, continuará…

15.7.07

alpargatas

photo by angie.star
A los ojos del viajero, el mundo es pequeño, escribe Segalen en su cuaderno de notas de viaje chino. Creo que esto le sucede al viajero que se reconoce en el territorio que recorre, el que se reencuentra en los lugares desconocidos y en un efecto ilusorio e imaginario, la apariencia de que todo aquello que está enfrente puede ser comprensible. El mundo no es pequeño y lo que está enfrente no es para nada comprensible, pero es legítimo y humano intentar aportarle algo de sentido… Es curioso, porque la ruta del escritor y sinólogo francés se parece mucho a la que realizó Pedro en su búsqueda de Shangrila, y a la mía desde Gansu hasta Yunnan, por rutas tibetanas años más tarde. Segalen habla también, como Pedro, de su encuentro con los lolos y los moso, pero sorprendentemente parece ignorar la realidad matriarcal de los habitantes del lago Lugu. El librito no es mucho más que un conjunto de notas entrecortadas y un poco repetitivas de un viaje difícil, con la idea de poder escribir o elaborar más tarde otro escrito. En un momento hace alusión a las sandalias de paja que utilizan los lugareños para hacer frente a las dificultades que presenta el terreno resbaladizo y abrupto y en las que, a diferencia de lo que ocurre en los zapatos de cuero, el pie se expande y estira, se distinguen los dedos de los pies, y el gordo trabaja separadamente, los otros se curvan en abanico, de modo que sirven de verdadero medidor del espacio e identificador del estado del terreno. Esas sandalias medidoras, y flexibles me han hecho pensar en esa ciudad invisible, Zaira, una de las primeras que inventa Calvino, que no está sólo hecha de calles, peldaños, arcos de soportales, o tejados sino de las relaciones entre las medidas de su espacio y los acontecimientos de su pasado: la distancia del suelo de una farola y los pies colgantes de un usurpador ahorcado, el hilo tendido desde la farola hasta la barandilla de enfrente y las guirnaldas que empavesan el recorrido del cortejo nupcial de la reina… Así, una descripción de Zaira hoy debería contener todo su pasado: a través de las marcas, arañazos, muescas, incisiones y comas que inscriben sus medidas en las esquinas de las calles, las rejas de las ventanas, los pasamanos de las escaleras…Hace años en Amsterdam, un señor que no conocía de nada, me preguntó si era bailarina, a lo que respondí afirmativamente, preguntándole cómo lo había adivinado. No sé si me estaba vacilando, pero en un inglés confuso me dijo que en la relación que yo establecía con el espacio en que nos encontrábamos.
Freud descubrió en los años 20 que lo que moviliza al ser humano no es la búsqueda de felicidad y satisfacción, y que más allá del principio de placer, estaba la pulsión de muerte como base de nuestro funcionamiento psíquico. La pulsión de muerte freudiana es a la que Lacan dará más tarde el nombre de goce. En ese camino hacia la muerte que es el goce, el saber (el dar sentido, la inscripción o surgimiento del significante) es un corte, un freno a esa carrera letal: “El saber es lo que hace que la vida se detenga en un cierto límite frente al goce” Pero no se confundan, el saber lacaniano nada tuvo que ver con los conocimientos teóricos o universitarios, sino con el del poeta chino con sandalias de paja, que solo en su montaña sabía recibir al amigo, y con el de quien sabe escuchar a un loco, a alguien que sufre, que teme, que duda. Ese era antes el lugar del poeta y del psiquiatra… hoy sin embargo…

este poema, del qeu también me he acordado leyendo a Segalen, lo escribió un poeta amigo de Wang Wei, Cui Xingzong, y está traducido por Anne-Hélène Suarez:

Mi pobre morada en el bosque vacío está siempre cerrada
Descanso meditabundo y solo frente a estos bosques
ESta mañana me honráis súbitamente con vuestra visita:
alpargatas al revés, abro la puerta y se me ilumina el semblante

13.7.07

albergue para el viajero

alone in a pond, photo by Basilio Noris
Hace unos días que el viaje me mantiene lejos de este lugar que me acoje, al acoger mis palabras. Hoy recibo el mail de un amigo escritor que me dice que mi página es inaccesible desde china desde hace tres días. Que estoy proscrita. Esta semana (también sin tiempo) la he dedicado, a parte de mis deberes de huesped a una amiga que venía de lejos (inevitables las palabras de Confucio sobre el placer de recibir a los amigos que vienen de lejos), a buscar dos cosas: algún relato de viajes en china del poeta francés Victor Segalen, cuyas notas escuché en le feuilleton de FranceCulture hace unas semanas, y algunos poemas chinos para empezar a caligrafiar en casa, y marcarme esa más que sana rutina… Segalen publicó en 1929 un cuaderno de viajes, en el que se refiere a China como el País de lo Real, al que va contrastando con el Imagnario. Y me reconozco en esa sensación suya, en que al encontrase frente a esa inmensidad china, sabe que algo le concierne. En otro programa de esa radio francesa, escuché por casualidad una emisión brevísima sobre la psicopatología del trabajo, otro de mis temas favoritos. Los comentaristas hablaban apuntaron varias ideas: el hombre es más grande que su tarea, lo que hace que se produzca un desbordamiento de los aspectos subjetivos del individuo sobre las tareas objetivas en su trabajo. Lo esencial es que el hombre pueda reconocerse en lo que hace, pouvoir se sentir comptable (qué expresiones ricas tienen los franceses) Exigimos el reconocimiento de los demás cuando nos nos reconocemos nosotros mismos en lo que hacemos, y esto es lo que crea la enfermedad. También decían algo exquisito acerca del discurso que impera en estos ámbitos laborales: que existe la ilusión de una cierta transparencia en el lenguaje, de que hay que intentar utilizar un discurso lo más objetivo y lo más neutro posible, “normalizarlo” para adecuarse a la realidad. Error!, -nos avisan desde la radio, la metáfora y el lenguaje poético pueden adecuarse mejor a la realidad o la vivencia del trabajo ordinario.
Este poema de Meng Haoran, poeta de la dinastía Tang, traducido por Guillermo Dañino, me ha hecho pensar en este lugar donde me siento acogida, y también ese lugar que se busca a través del trabajo, donde uno pueda reconocerse a sí mismo.

Me Albergo en el Río Jiande

Avanzo con mi barca y me detengo en el islote de niebla.
Anochece. Se renueva la nostalgia del viajero.
En la amplitud silvestre, el cielo presiona los árboles.
Por el río cristalino se me acerca la luna.

5.7.07

meditaciones en un campo de minas

Photo by Eli_zzz
Hace poco una amiga que practica la meditación zen acudió a una charla sobre budismo y meditación; en la ronda de preguntas que sucedían a la conferencia, alguien hizo una pregunta y el orador comentó -Hacía tiempo que no aparecía un lacaniano- aludiendo a las conexiones entre ambos pensamientos. Mi amiga, encuriosida, me pidió le recomendara alguna lectura, y sólo le pude aconsejar un libro que a su vez me había recomendado una buena amiga analista hace unos años y que me sigue entusiasmando Una temporada con Lacan, de Pierre Rey, donde un escritor de best-seller habla sobre su análisis con Lacan, en que como dice, realizó el más largo de sus viajes y durante 10 años, se jugó la vida. Un libro raro, poético, en el que sin explicar nada técnico ayuda a comprender y a deshacer viejos tópicos. Esta mañana en franceculture escuchaba en una entrevista hablar a Jordi Savall, sobre la música y su vida como redescubridor de autores y partituras de música antigua, instrumentista, estudioso y enamorado de la música barroca y sus instrumentos. Su posición y sus palabras me hacían pensar de nuevo en oriente (y por supuesto en el análisis): Savall habla de los músicos tradicionales de la India para referirse a una nueva modernidad basada en la improvisación, en una relación con el instrumento y el aprendizaje incesante, en la repetición durante años de un mismo gesto que parece carecer de sentido y que de repente un día revela un arte y una verdad que lo trasciende a uno. Contaba una historia que relataba Paniker: en la antigüedad la música y las palabras estaban juntas; un día un hombre dijo una mentira y a partir de entonces se separaron. El hombre tuvo que inventar la escritura para acercarse de nuevo a la música. Si hablas puedes mentir, pero según Savall cuando cantas, cuando escribes, en el mundo de la creación y la fantasía no hay mentira. Y algo así dicen los analistas. Hace meses que alguien me dijo que no leyera a Nasio, que no entendía ni sabía explicar la teoría analítica. Desde entonces evito sus textos y no muevo el par de libros suyos que descansan llenos de polvo en mi biblioteca. Hoy me atreví a ojear uno, sin embargo, como quien avanza en un campo de minas evitando caer en ninguna trampa mortal. Parece ser que a estas horas de la noche sigo intacta. Nasio cita a Freud: El psicoanalista se comporta de la manera adecuada si se abandona a sí mismo (…) a su propia actividad mental inconsciente, y evita en la medida de lo posible reflexionar y elaborar expectativas conscientes, sin querer fijar en su memoria nada de lo que escucha y capta con su propio inconsciente el inconsciente del paciente. Nasio utiliza el término de Lacan, semblante, para describir ese estado que él llama “fingir el olvido”, hacer el vacío o el silencio en sí. En esa búsqueda de la verdad o trabajo lacaniano, nos recuerda que el mecanismo no es el de resolver un problema, sino el de darle un nombre y que el mejor ejemplo de ello es el objeto a. En efecto, y siempre según Nasio, la función central de este objeto a es el de nombrar un problema no resuelto, o aún mejor, significar una ausencia. “El objeto a designa una imposibilidad, un punto de resistencia al desarrollo teórico”
Por cierto, hoy ha aparecido otro de esos reveladores, lúcidos y brillantes artículos de Rafael Poch, esta vez en el Culturas. Imprescindible su reflexión, acerca del la modernización de nuestras sociedades, y la democracia, en la que razona y explica con mucha claridad el porqué nuestra propia modernización debería interesarse por ciertas perspectivas chinas, apuntando por ejemplo, que el fin y el propósito de toda política es la gobernabilidad: evitar el conflicto y prevenir y anticipar crisis, o la ausencia de prejuicios y de clases en la movilidad social. Barre de una vez por todas el falso pero eterno dilema entre las dos concepciones sobre China: la primera que ve en ella un país en transición, vinculado a una lógica universal y que seguirá el inevitable camino hacia la democracia de mercado como cualquier otro país occidental, la segunda es la del mito de la china milenaria, inalterable e incomprensible. Poch, como viene siendo habitual, no se conforma con reflexionar, sino que propone soluciones y modos de salida. Para empezar no basar los análisis en comparaciones de China con una sociedad ideal, China es perfectamente comparable con otros países. Como también propone Jean Fraçois Billeter la mejor manera para poder entender China es utilizar el sentido común, el análisis socioeconómico y la historia. Poch lo dice directamente, la memoria sobre nuestro propio pasado para evitar ser ese ignorante que vive en un presente absoluto (y absolutista).

3.7.07

一一


Ha muerto Edward Yang 楊德昌, cineasta nacido en Shanghai en 1947, que junto con Hou Hsiao Hsien y Tsai Ming Liang era uno de los representantes del nuevo cine taiwanés. En el 2000 ganó el premio al mejor director en Cannes por su película Yi Yi, aquel retrato calmado y poético de una familia media de Taipei, cuyos personajes se enfrentan como pueden a las dificultades de la vida de cada día. Seguro recordarán al hijo pequeño que hace fotos de los mosquitos y de las nucas de la gente para poder mostrarles aquello que ellos normalmente no pueden ver de sí mismos. La abuela cae en un coma, y se queda en una habitación de la casa, a la que acuden los familiares para hablarle, con la intención de que esas palabras, la ayuden a regresar. Y por ahí van pasando todos esos individuos, llenos de preguntas. E. Yang contestó una vez cuando le preguntaron por qué hacía cine, que de ese modo no tenía que hablar demasiado. Pero lo cierto es que en su película otorga a sus personajes el tiempo y el espacio para que vayan desplegando y elaborando su historia, sin estridencias, sin prisas, sin precipitaciones. También dice algo muy bonito: que esta película apunta a la dificultad para formar parte de la sociedad china, a las debilidades que presenta y cómo esto afecta a cada individuo. “Existe en mi país una presión continua sobre el pueblo para que éste se conforme. Escapar de ello es un combate diario.”
Si alguien no la ha visto, la recomiendo encarecidamente, y si la vieron hace años, es una película que gana al volverse a ver con el tiempo.

2.7.07

sin internet

photo by sheilaz413
todo el domingo sin internet... 没办方 ,-que viene a ser, "no ha habido manera"
pero la visita esta mañana al azufaifo que sobrevive espléndido en Arimón, me ha recordado esta imagen del barrio de Qianmeng en Pekín

"Estudiar es como correr detrás de aquello que nos escapa, temiendo perder lo que tenemos ya" Confucio