monje en Taiwan, by Sabine Weiss
"la música es un mensaje sin palabras, un lenguaje sin semántica, que se encuentra fuera del registro de la verdad"(entendiendo por verdad la adecuación de un discurso a la realidad) -escuchaba esto hace unos días en un programa sobre filosofía y música presentado por Rafael Enthoven en arte. El "fuera del registro de la verdad" me llevó inmediatamente al libro de Davoine al que anhelo poder dedicarme unos días, en esta época aún llena de paréntesis. Esta semana, en cambio, y a raíz de una mesa que intento organizar sobre psicoanálisis y teatro contemporáneo para el Espai Freud, he leído con verdadero entusiasmo el libro de Jacques Rancière, El espectador Emancipado, publicado en una pequeña editorial francesa combativa que me gusta mucho, la fabrique. A partir de un libro suyo escrito a finales de los ochenta titulado El maestro ignorante, se le pidió a Rancière que reflexionara en torno a la figura del espectador y el público en el arte y teatro contemporáneos. Aquel libro anterior recogía la historia de un personaje que existió en el s XIX en Francia, un excéntrico y revolucionario filósofo y pedagogo llamado Joseph Jacotot, que afirmaba que un ignorante podía enseñar a otro ignorante algo que él desconocía. Predicaba que quien enseña sin emancipar, embrutece, prescribía a los maestros "explicadores" que no hacían sino provocar sometimiento y oponía lo que él denomina emancipación intelectual a la intrucción del pueblo, la razón de iguales a la sociedad del menosprecio. El saber no es un conjunto de conocimientos, es una posición. Y el maestro ignorante no lo es porque no sepa nada, sino porque ha abdicado de ese saber de la ignorancia. No enseña sus conocimientos a sus alumnos sino que los guía, les pide que se aventuren en el bosque de cosas y signos, que digan lo que han visto y lo que piensan de lo que han visto. Lo que ingora es la desigualdad de las inteligencias. Rancière rescata el personaje y su historia para cuestionar una buena parte de las críticas que se le hacen al espectador de hoy, y de paso hace tambalear algunos supuestos sobre las artes escénicas que datan de los griegos. Discute para empezar esa idea de que el espectador es un ser al que el drama y los actores van a abrirle los ojos. También cuestiona el que mirar equivalga a pasividad, la mediación formal a simulacro; pone en duda la oposición entre colectivo e individual. El arte actual no utiliza la escena para imponer o hacer pasar un mensaje, tampoco reside ahí la eficacia del arte teatral. Lo que nos ofrece es la posibilidad de una separación, de una disensión, de una distancia que neutralice y que deje en suspensión toda relación determinable entre causa y efecto, entre la producción de formas de arte y la producción de un efecto determinado sobre un público determinado. Existiría pues una disyunción en la que el sujeto quedaría libre, disponiendo de un espacio fuera del juego jerárquico en los régimenes de percepción. Uno siente no sólo lo que quiere, sino como quiere. "Cuando seres destinados a permanecer en el espacio invisible del trabajo que no deja tiempo para hacer otra cosa, toman ese tiempo que no tienen para afirmarse copartícipes de un mundo común, para hacer ver lo que no era visible, o escuchar como palabra discursiva sobre lo común lo que era escuchado como mero ruido de cuerpos.(...) Si la experiencia estética concierne a la política es porque se define como experiencia de disensión, opuesta a la adaptación mimética o ética de las producciones artísticas con fines sociales. " El libro acaba analizando principalmente obra de artistas conceptuales y plásticos y como ven mantiene un tono esencialmente filosófico, y a mi me ha resonado mucho lo psicoanalítico y me ha parecido ideal para el diálogo. También me ha permitido seguir pensando el lugar de esa disidencia china, que hasta ahora nunca me había interesado demasiado, y a la que gracias a la lectura de algunos textos de Liu Xiaobo encuentro un nuevo sentido. Aun así no sé cómo encontrar más artículos y libros suyos, aunque sean en chino. También muy interesante esa idea de Ian Buruma de que el auge económico parece ser la única fuente de legitimidad que le queda al Estado unipartidista chino, y que en estos momentos de inestabilidad económica mundial debería hacernos pensar en otras alternativas.
june swoon
Hace 10 años