31.8.08

del (no) concluir

una flor en la playa en Formentera, foto mía
Este verano cambié de analista. Antes de tomar la decisión lo comenté con un par de amigos que me dijeron, deberás ir encontrando el modo de concluir. No sabía bien a qué se referían pero con el tiempo lo hice. La palabra concluir me resultaba todavía más enigmática. Cuando la decisión del cambio se hizo posible en mi cabeza, había algo que ya hacía tiempo había concluido, y en cuanto al resto no había nada que concluir, puesto que mi análisis continuaba, incluso se veía relanzado, en ciertos aspectos, mediante las preguntas o cuestiones que el cambio suscitaba y me obligaba a plantear e ir desplegando ante mí. Para el psicoanálisis la idea que tenemos de nosotros mismos, el yo, surge del encuentro con el otro. Se trata de una especie de imagen o relación especular que establecemos con nuestro semejante. El yo se constituye en torno a un centro que es el otro: la mirada, el deseo, incluso el objeto de deseo del otro serán determinantes para que yo establezca mi imagen, mi deseo, y mis relaciones con el objeto de mi deseo. El yo es ese amo que el sujeto encuentra en el otro, dice Lacan. Fuera de esta relación del yo con el otro, que para Lacan se encuentra presa de las trampas de lo imaginario y la certeza del delirio, añado yo, está la del sujeto que más allá de las imágenes, pregunta a un Otro que ya no es proyección, reflejo o ilusión virtual, sino un lugar en el que ir construyendo sentidos. Ese lugar suele ser desconocido, por eso decimos que lo interrogamos. En el análisis el analista evita quedar preso en la relación especular con el analizante, todo se organiza para que no hablemos con otro, sino que poco a poco nos dirijamos al Otro. Al cuestionar al Otro recibimos nuestro propio mensaje, nuestras respuestas. Con el tiempo nos damos cuenta de que no hay nadie más ahí respondiendo o construyendo respuestas ad hoc, así que las preguntas, a menos que nos las respondamos nosotros, pueden quedan sin contestar. El sujeto que se dirige al Otro es un sujeto que duda pero que sabe que cuando lo necesite podrá arreglárselas para encontrar alguna respuesta más o menos satisfactoria, más o menos temporal. Quien carece de dudas, sin necesidad de que se trate de una psicosis, está, para mí, más del lado de la locura. Quien por otro lado viva abrumado por ellas, aunque sea inconscientemente, y no logre responder a una buena parte de éstas desde ese lugar suyo que es el Otro ( el lugar de su deseo desconocido) y utilice a los amos que encontramos en los otros para hacerlo, también lo está. Tanto el que carece de dudas, como el que utiliza a los otros para no tener que responder él, tienen algo en común: hablan como si todo se pudiera decir en cualquier momento, como si todo se pudiera contestar, como si obturándolo todo con sentido pudieran acabar con las preguntas y los intervalos.
Una buena parte de lo que me alivia de China es precisamente eso: que no todo se puede decir en todo momento, aunque rebose verdad, aunque rebose certeza, uno dice lo que necesita decir por alguna razón y en un momento preciso, si no lo necesita decir, no lo dice y el siempre no existe. Sabe que su palabra no restituye ningún equilibrio cósmico, que lo atañe sólo a él, restituye en todo caso algo suyo. Entiendo que esta actitud no sea muy popular en nuestra cultura, y que yo me las arregle tan mal a veces para encontrar mi lugar aquí. Para Freud, según Lacan, la aprehensión de la realidad por parte del sujeto empieza cuando es capaz de decir esto no es mi sueño, o mi alucinación, o mi representación, es un objeto. En este sentido, aunque no sea así como la define el discurso analítico, la palabra también podría considerarse un objeto. Lo digo en ese sentido de extrañeza que puede causarnos, lo que nos distancia de ella. Hoy mientras pensaba en todo esto me acordaba de Bangkok y des sus ajetreadas calles... todo esto leyendo el título del penúltimo post de Bel, asociación libre, que diría Cacho de Pan.

27.8.08

el camino del hombre libre


well beaten path in by ippei+janine
Mientras nos tostábamos plácidamente al sol en un embarcadero turquesa ibicenco, Bel nos leía en voz alta algunos fragmentos de la estupenda entrevista aparecida en el dominical de el País a George Steiner. Decía cosas preciosas sobre las lenguas, y sus reflexiones giraban alrededor de asuntos diversos, llenas de humor, optimismo, curiosidad. Además aparecían un par de imágenes de su luminosa casa en Cambridge, llena de libros, con un pequeño jardín. Me gustó cómo comparaba la traducción simultánea con el orgasmo, haciendo referencia a la no-coincidencia o desfase temporal, entre sexos y significados. Yo pensaba en lo que dice Lacan:en el ser hablante no existe cópula ni relación sexual satisfactoria, en el sentido de coincidente, y ese mismo desfase aparece al traducir no únicamente de una lengua a otra, sino también cuando intentamos traducir con palabras nuestro pensamiento. A mí me gusta sostenerme y habitar varias lenguas, viajar de una a otra, sin lograr controlarlo todo de modo completo, sabiendo que entre yo y los otros existen esos pequeños abismos. Citó a Heidegger para hablar de la importancia de que sigan habiendo preguntas y no sólo respuestas. También me pareció ingenioso y oportuno cuando al ser preguntado sobre el tema vasco, respondió preguntándose a su vez si la dificultad para aceptar la realidad exterior de ese pueblo puede tener algo que ver con la singularidad y la rareza de su lengua. Llevándolo al tema chino, estoy totalmente de acuerdo con la tesis de J.F.Billeter cuando intenta desarmar la idea o mito del mundo chino como reverso del nuestro, encarnación de la alteridad por antonomasia, situado a nuestras antípodas. Billeter sostiene que tales discursos forman parte de un fenómeno ideológico: el verdadero secreto de tal construcción, política ante todo, radica en la instrumentalización de la lengua y la cultura por parte del poder durante las primeras dinastías del imperio chino, hasta hacer que éstas se confundieran y sirvieran de base del nuevo orden dinástico. Con el fin de hacer olvidar la violencia y la arbitrariedad con las que éste había surgido, éste debía parecer conforme al orden natural de las cosas, y uno de los elementos fundamentales que hicieron que esto fuera posible fue la escritura y el uso que se hizo de ella. Efectivamente una de las características de la escritura ideográfica es que, en un origen, los signos daban cuenta de las cosas del mundo, o al menos producían esa ilusión. China no necesitó desarrollar un sistema o aparato religioso demasiado complejo, puesto que la escritura suplía una parte importante de esa función: los ideogramas no traducían la palabra del ser humano, sino que hacía visibles las variaciones invisibles del mundo (como dice Lanselle) la vía del cielo. La escritura, siendo un conjunto de signos que representan las cosas sin mediación de la voz o de la letra, se encuentra entonces impregnada de un poder explicativo de los enigmas del universo: primero fue utilizada para fines adivinatorios, y de ahí pasó a ser un instrumento oficial, administrativo, ritual, analítico, incluso literario, pero durante siglos, desligado de la palabra. Los intelectuales chinos, como esos poetas de los que hablo a veces, no eran escritores que trabajaban plácidamente en la paz de su despacho, caligrafiando y bebiendo té. Su discurso tenía que evadir la censura, llevárselas con el amo y los inconvenientes de la vida funcionarial, las cosas rara vez podían decirse directamente. No es extraño que fuese Billeter el autor de un libro publicado a finales de los setenta y que me encantaría encontrar, sobre la vida de un escritor y pensador del siglo XVI, Li Zhi, el cual obsesionado con esa idea de libertad, rompió de manera radical con el mundo oficial y confucionista de los mandarines para poder escribir y decir lo que pensaba. Un vez pudo retirarse de sus cargos públicos a sus 54 años, en vez de regresar a su pueblo natal, optó por la vida errante, no dudando en entrar a formar parte de un monasterio budista, no por vocación espiritual, sino para que lo dejaran en paz. Los títulos de dos de sus libros, Libro para quemar, y Libro para esconder, donde se expresa libremente, y que fueron prohibidos durante un tiempo, resultan bastante ilustrativos. Billeter incluye en aquel libro contra F. Jullien, en un capítulo, algún fragmento del Relato emotivo sobre mi Vida, en el que el propio Li Zhi narra la siguiente anécdota: al llegar a una nueva prefectura, evita a toda costa presentarse ante la autoridad local, pero acaba recibiendo de éste una invitación, a la que se ve obligado a responder. Al final de la nota que le escribe en contestación no sabe cómo firmar. Escribir “vuestro colega” le parece pretencioso, pero “vuestro súbdito” implica demasiada sumisión, así que resuelve firmar con un “el extranjero que se ha parado en este lugar”. Cree encontrar con esta fórmula un equilibrio adecuado entre lo que se puede y no decir, que salvaguarde su tan preciada libertad.

18.8.08

a punto de partir

Sur le quai de Yokohama, Japon Illustré de Félicien Challaye, Paris 1915
Además de los poemas me gusta leer las biografías de esos poetas antiguos. Como sabrán, en la sociedad tradicional china los escritores o intelectuales, los letrados, solían prepararse para los exámenes imperiales y acceder a cargos públicos como funcionarios de la corte. A menudo eran enviados a diferentes regiones y ocupaban puestos diversos, principalmente civiles, pero también militares. Algunos de ellos provenían de familias humildes de funcionarios de provincias como Bai Juyi, otros crecieron en el campo o la montaña, como Meng Haoran, pero la mayoría pertenecían a familias acomodadas, Li Bai por ejemplo provenía de una familia de comerciantes, Wang Wei de nobles terratenientes. En otros casos se trata de familias de literatos de cierta fama, como Su Dongpo, Wang Bo, la poetisa Li Qingzhao o Lu You. Debido a los cambios repentinos de poder, las guerras, invasiones de nuevas familias dinásticas, rebeliones o meras intrigas políticas, se veían forzados a huir continuamente, o bien exiliados, expulsados, o enviados a vivir en las zonas fronterizas, lejos de la capital, incluso siendo vigilados. Algunos ocuparon durante largas épocas cargos importantes ejerciendo de gobernadores de distritos y alcaldes de ciudades importantes. Poseían preocupaciones políticas y sociales. Como consejeros del emperador no dudaron en recomendar la baja de impuestos en zonas afectadas por la sequía o la pobreza, emprender, como hizo de Su Dongpo, numerosas obras hidráulicas y mejoras urbanas o enfrentarse a los nobles en pro de los más desfavorecidos. A la mayoría su franqueza les costó su carrera, otros renunciaron a sus cargos y se marcharon a vivir al campo. Du Fu, por ejemplo, pasó la mayor parte de su vida en la miseria, un hijo suyo murió de hambre, y él murió de enfermedad en un barco, intentando regresar a su tierra natal. Wang Bo pereció ahogado en un barco a los 26 años cuando se dirigía a visitar a su padre exiliado. Meng Haoran fracasó los exámenes y regresó a las montañas a vivir como un ermitaño y escribir, aunque fue amigo de Wang Wei, Li Bai o Wang Chanling. Su Donpo se vio forzado a exiliarse a la isla de Hainan y ahí descubrió los placeres y la sencillez de la vida del sur.  Muchos de estos poetas, de jóvenes, antes de asumir sus cargos emprendieron viajes por tierras meridionales o pasaron temporadas en templos estudiando con maestros los textos taoístas y budistas. Tao Yuanming se dio el apodo de Caballero de los cinco Sauces, Bai Juyi se hacía llamar Ermitaño de la montaña perfumada o el Caballero Ebrio. El nombre de Su Dongpo, como ya hemos comentado varias veces, quiere decir cuesta del este y hace alusión a un pequeño terreno cultivable que se le ofreció en uno de sus destierros obligados. Para referirse a Li Bai se suele utilizar la expresión Inmortal desterrado, de él se decía que “tenía aires de inmortal y aspecto de taoísta, y era alguien con quien se podía compartir el viaje extático por los ocho confines (esto aparece en el magnífico prólogo de Anne Hélène Suarez en su libro A punto de partir). También he leído que él se hacía llamar Ermitaño de los lotos verdes. Ahora no recuerdo si Wang Wei, el poeta de la montaña vacía, estudioso del budismo chan  tenía algún sobrenombre. Fue sin embargo Bai Juyi el que dijo “me hice monje budista en casa”. Sobre la trágica pero interesante biografía de Li Qingzhao ya habíamos hablado aquí. Los temas preferidos de sus poemas son variados: exaltación de la naturaleza y la vida retirada, aspiración a la libertad y la felicidad, desprecio por los poderosos y mandarines corruptos, la amistad, rencuentro con amigos, y sus despedidas, bebida, amor, nostalgias de la tierra natal, la vida en zonas fronterizas, los viajes y destierros, las calamidades causadas por la guerra. Li Bai no quiso pasar los exámenes imperiales por lo que carecía de titulación; él aspiraba a encontrar contactos y mecenas que lo acercaran al emperador. Después de viajes y un largo periodo en la corte fue encarcelado y enviado al exilio a la provincia de Guizhou. No se dio ninguna prisa en llegar, tardó dos años en hacer ese viaje, ya que paraba en casa de conocidos, aceptando invitaciones, festejando y despidiéndose con banquetes de los amigos, escribiendo acerca de su desencanto, brindando con vino. Antes de llegar a su destino le llegó el indulto y emprendió con alegría el viaje de regreso.
Bueno, ahora soy yo la que me despido por unos días, no sé si me dará tiempo de pasar por vuestras casas antes de partir… hasta pronto!

15.8.08

de lo ausente y la embriaguez

Conocía mal el sugerente y visionario universo ballardiano, y sin haber leído sus obras (soy de las que lee muy poca ficción), lo confundía en mi cabeza con otro pensador de la modernidad francés. Por eso agradecí la exposición organizada por el cccb alrededor de J.G.Ballard y su obra, con vídeos, textos, instalaciones y entrevistas. Me emocionó la parte dedicada a su infancia en Shanghai y a los tres años pasados en un campo de extranjeros durante la guerra sino-japonesa. Entre los numerosos fragmentos de textos que aparecen escritos en pantallas, paredes y otros objetos significativos, en un momento dice algo así como que nosotros percibimos el mundo a través de una ficción: la ficción es lo normal para nosotros. El trabajo del escritor o el artista es el de revelar y hablar de la realidad. Increíblemente freudiano. Y es cierto que luego cita a Freud, en otras piezas. También me gustó mucho cuando compara esa obcecación de ciertos enfoques de la ciencia por aislar, descomponer, dividir, y tratar las partes como objetos en sí con la pornografía. Este sinólogo que admiro tanto Jean François Billeter insiste a menudo en que la pérdida de perspectiva histórica como una totalidad (que sí aplicaron pensadores como Hegel, Marx, Spinoza, o Wang Fuzhi en China) es una de las principales causas des desconocimiento e inconciencia actuales sobre China y sobre nuestro presente en general.
Esta semana en el blog de una analista y escritora encontré una definición preciosa de aquello que es para mí más fundamental en el psicoanálisis: una relación particular del sujeto con las cosas del mundo, que el psicoanálisis garantiza a través de la ausencia de la Cosa y la imposibilidad para nombrarla. Como dice Billeter, no es fácil definir o identificar una relación, ya que no es un concepto o una realidad tangible. Aún así es bien real. elPasaelTiempo lo explica muy bien: en el lenguaje las palabras remiten a las cosas pero esa supuesta correspondencia se ve truncada enseguida a causa del equívoco, los accidentes y engaños propios de éste. El trabajo del analista es sostener esta separación, discontinuidad o desencuentro, esta imposibilidad sin renunciar por eso al sentido. Mi obsesión china-psicoanalítica: aprender a sostener, relacionarme y expresar a partir de ese intervalo que produce el análisis, (y que yo vislumbro en la escritura china) Pero elPasaelTiempo utiliza palabras más acertadas: la cura obstaculiza la línea recta, el positivismo lógico, produce un desencuentro, aquí las palabras no remiten a las cosas sino a otras palabras, por eso se habla de desciframiento, no porque se trate de desenterrar grandes secretos, sino de descifrar esas relaciones entre significantes.
Y luego cita a un Heidegger cercano a Zhuangzi, bellísimo.
Aquí el trabajo del analista y el del artista no serían nada distantes.
A partir de octubre tengo la suerte de poder participar en un grupo de trabajo con Mercè Altimir, analista lakhaniana y traductora del japonés. El nombre del espacio, propuesto por ella, es bonito: el color del viento, y hace alusión a esa imposibilidad sino-japonesa para capturar el color (cuyo pictograma designa también la relación sexual) con el ojo, como el objeto del agalma socrático, brillo fálico del objeto-a. La lectura y escucha de Mercè me estimulan y alientan ya que en ella esa conjunción entre lengua-estética-ética es espontánea, inteligente y natural.
Leo estos días a los poetas chinos. Aquí algunas traducciones libres de poemas encontrados en este volumen de Moundarren, Elogio de la embriaguez, alrededor del dao del vino de arroz y sus virtudes (versión francesa a cargo de Cheng Wing Fun y Hervé Collet)

La lluvia atraviesa el pueblo ensombrecido
El viento levanta los olores de cien hierbas
Remando en mi barca bordeo el viejo muelle
De pie, apoyado en mi bastón, contemplo el estanque nuevo
Ebrio realizo la inmensidad del cielo y la tierra
Ocioso, vislumbro la eternidad del sol y de la luna
De regreso, en el crepúsculo, escribo un rollo de poemas
A pesar de ser viejo, mi fogosidad sigue siendo la misma
Lu You (1125-1210)

Vigésimo séptimo día del sexto mes, poema compuesto estando yo borracho
Nubes negras, como tinta vertida, no acaban de cubrir la montaña
Salta la lluvia blanca, sus perlas salpican la barca
De repente, arrollando la tierra, el viento llega y lo dispersa todo
Bajo el Pabellón que contempla el lago, el agua es como el cielo
Su Dongpo (1036-1101)

Soy como un mono extraviado que regresa a su bosque
Un caballo abatido al que le quitan la silla
Con el corazón libre, me contento con lo que se presenta
El paisaje me resulta familiar, como un fragmento de sueño (…)
fragmento de poema de Tao Yuanming (365-427)

sobre la melodía “El río donde se lava la seda”

“su, su”, sobre mi ropa y mi sombrero caen las flores del azufaifo
Al sur y al norte del pueblo, el rumor de las ruedas hilando la seda
Cercano a un viejo sauce, alguien vende calabazas amarillas
Después de la borrachera, me siento aletargado, y sólo deseo dormir,
El sol está en lo alto, sediento tengo ganas de te,
Llamo a una puerta para pedir un vaso a un lugareño
Su Dongpo

Canción de borrachera
Al amanecer cargo las gavillas para llevarlas a vender
Cuando el sol se pone en el oeste, compro vino y regreso a casa,
¿Me preguntáis dónde está mi casa?
Una vez atravesadas las nubes, penetrando en las montañas esmeralda
anónimo

11.8.08

de la oportunidad

old books in Panjiayuan by Westwinds Zhou
Se ha dicho hasta la saciedad que los JO ofrecían a China una oportunidad de oro para demostrar al resto del mundo los grandes cambios realizados por su gobierno y sociedad, para fortalecer la democracia, dar grandes pasos en materia de derechos humanos y libertad de expresión o prensa, y entrar a formar parte de la comunidad internacional. Para mi, en cambio, suponía la oportunidad de que pudieran desplegarse visiones y discursos más complejos, matizados y lúcidos sobre el mundo chino fuera del ámbito sinólogo, que a menudo resulta limitado.Cuando alguien me preguntaba si no me apetecía estar en China durante los juegos yo siempre respondía que lo que de verdad esperaba era poder disfrutar este tiempo de numerosos de artículos y programas de periodistas como Rafael Poch, que ayudasen a dejar atrás los lugares comunes, obviedades, simplezas y puntos de vista que de tan superficiales y parciales, acaban siendo erróneos y simples mentiras. En los últimos meses, los medios de comunicación se han centrado exclusivamente en la cara más oscura y siniestra de China. Como explicaba Poch hace unos días, todo hacía referencia a un “régimen casi orwelliano de represión, tortura, control de Internet, ejecuciones y censura, cuando la realidad es mucho más rica, abierta, variopinta y dinámica de lo que sugiere esa visión negruzca, tan poco inocente y tan poco independiente de criterio” Llegamos a situaciones tan absurdas como las declaraciones de personajes como G.Bush desde Tailandia, exigiendo cambios en los derechos humanos, siendo él el máximo responsable del gobierno que ha creado y sigue manteniendo Guantánamo, o apoya incondicionalmente al gobierno de Israel. Pero sin tener que acudir a extremos tan bochornosos, no puedo dejar de preguntarme cuando la gente de la calle compara la sociedad china, con qué otra sociedad ideal inexistente la compara. Además de llenarse la boca con la palabra democracia. Yo cada vez me siento más ajena, más perpleja, más china y asombrada de la parcialidad y falta de curiosidad de las personas por lo que la realidad depara. Este domingo incluso Joan de Segarra arremetía con la cancioncilla de lo incongruente que era que se celebrasen los jjoo en un país como China, y calificaba de incomprensible y ofensivo que sigan habiendo retratos de Mao Zedong en lugares y edificios oficiales, o en las calles. ¿Qué parte de la historia de China se le escapa? Es obvio que nunca ha estado en China más de una semana, y por supuesto nunca ha conversado con la gente de la calle o las ciudades, que sí son capaces de explicar con toda lógica el por qué de esas imágenes y qué significado tienen aún para ellos, qué es lo que explican de su historia, sus aciertos y sus errores. A mi me hace pensar que la verdadera incapacidad para asumir el pasado y entender el presente no es precisa ni exclusivamente de los chinos. Y es que una vez asumida la importancia de ciertas formas, ciertas reglas sociales y morales que se han subjetivado, de lo que se puede o no decir, los chinos son mucho menos hipócritas de lo que se piensa. Muchos de los que vieron aquí como algo normal que China entrase en la WTO, exporte, importe y fabrique para el resto del mundo, se rasgan las vestiduras con lo de los juegos.
Mi terreno no es el periodístico, sino en todo caso el subjetivo, poético, artístico o psicoanalítico, por lo que agradezco esos espacios en los que gente que sí sabe de lo que habla se toma la molestia de deshacer malentendidos sobre todas estas cuestiones más generales y políticas. En un artículo de la vanguardia de ayer Poch describe una anécdota que me parece muy representativa de lo que le suele suceder a alguien cuando superando los prejuicios y tópicos se acerca a la realidad china. Un profesor de ciencia política llega a la universidad de Pekín y se da cuenta de que allí hay más libertad de expresión que en su anterior puesto en Singapur, “Creía que me piedirían mi programa de lecciones a principios de curso, pero cuando pregunté me dijeron, ¿programa? Usted explique lo que quiera” En contra de lo que se piensa el régimen chino es mucho más abierto y relajado, y los espacios de discusión existen, la información está más liberada de lo que parece y muchos de los cambios de la sociedad vienen provocados por la presión que se ejerce desde abajo. Por supuesto que la represión, la censura, la tortura existen y son una lacra, también para ellos.
En aquel libro de Hisayasu Nakagawa el autor cuenta como hace unos años en una conferencia sobre los principios de Kitaro Nishida, tradujeron desafortunadamente un concepto clave de sus últimos trabajos, el koi-teki chokkan –algo así como la intención que se concibe en el acto en sí- con la expresión “intuición activa”. Según el autor, muchos fueron los franceses que se quedaron atrapados en las preguntas sobre la diferencia y oposición tan occidental entre activa y pasiva, sin poder enterarse de nada más. Algo así me parece que pasa a menudo con China. Las discusiones quedan habitualmente abortadas por todas esas cuestiones culturales sin real interés que impiden cualquier razonamiento elaborado, y nos alejan sin duda de los contenidos. Menos mal que al margen de todas esas discusiones estériles empiezan a no ser pocos los que de manera rigurosa desechan desde el principio el derrotero provinciano orientalista. Pensaba en los libritos de Jean François BilleterContra François Jullien” y "China tres veces muda", en el que dice claramente en un capítulo al concluir, “hay que elegir” o bien se parte del mito de la alteridad consustancial china, cuyas posturas artificiales suelen llevarnos a callejones de traducción sin salida tales como la anécdota de la conferencia de filosofía japonesa en el Pompidou, o bien se opta por el sentido común, se abandonan ideales inexistentes que dividen el mundo en un imaginario ellos contra nosotros. Creo que tanto los análisis de Billeter en lo filosófico/sinológico, de Poch en lo periodístico, o de R. Lanselle en lo analítico a través de la relación escritura-lengua y discurso social coinciden en que el análisis ha de ser histórico, económico, y político ante todo, humano. Para Billeter, como para Motaigne, parte de la experiencia propia, corporal (véase su brillante e inspirador Cuatro lecturas sobre Zhuangzi), dice en el primero de los libros mencionados: "para mi no hay nada por encima de la persona, y sobre todo nada por encima de dos personas que se escuchan y entienden con el uso de la palabra y la razón". Sin duda, si en vez de inflar el imaginario, hiciéramos el esfuerzo de utilizar esas armas tan sencillas como potentes, mucho de lo que nos parece incongruente y ofensivo en china, cobraría un nuevo valor.

(perdonen por la extensión del post, no supe resumir-me)