Dicen que fue el propio
Dai Sijie el que al regreso de uno de sus viajes a Francia en los ochenta, le contó a
Huo Datong que un psicoanalista francés,
Jacques Lacan, afirmaba que el inconsciente estaba estructurado como lenguaje. Y que a partir de ahí HuoDatong se trasladó a París en 1986 para estudiar antropología y psicoanalizarse. Dai Sijie se inspiró luego en la historia de este “primer psicoanalista chino” para su novela quijotesca,
Le complexe de DiCon mucha menos determinación que el héroe chino, yo también viajé a París en abril de este año en busca de algún rastro de esas aventuras sinolacanianas, o de alguna señal que me indicara por dónde empezar mi viaje…Acudí, diligente, a una de las reuniones de la asociación Psychanalyse en Chine un miércoles por la noche, rastreé la librería
Le Phenix de la que salí con los dos últimos libros de Jean François Billeter (“Contre François Jullien” y “Chine trois fois muette”), y le di un último repaso a
Lipsy sin suerte.
Meses más tarde, sin tiempo ni oportunidades para contactar con nadie, ni en Barcelona, ni en Francia ni en China, y después de varios e-mails sin repsuesta al propio Huo Datong, aterrizo enferma en Shanghai.
Viaje amenizado con tortura china de 24 horas: maltrato y estafa por parte de Air China a mi llegada. Recupero la maleta dos días más tarde, y las fuerzas en casa de la inigualable Regina, su amistad y sus cuidados me reconfortan y la hospitalidad, ya oriental, de Jose, Felipe y, aunque esta vez sólo está de paso, Nicolás,-que resulta ser sobrino de la mítica D. Ravinovich,- me animan. Una vez repuesta, compro mi billete de tren para Chengdu. Tres días de trayecto en los que consigo reconciliarme con china y con el resto del mundo: horas y horas de lectura alternada con sueño, galletas, fruta y té, conversaciones esporádicas y agradables con el resto de pasajeros, paisajes a través de la ventana, tiempo…hay campos enteros con flores de loto, pienso en los poetas chinos, me seinto feliz.
Al día siguiente de mi llegada a Chengdu me presento, 10 o’clock, en la universidad de Sichuan, puerta norte, a la búsqueda del departamento del señor Datong. Durante más de 6 horas, asisto a la extrañeza y sorpresa de todos a cuantos pregunto: ni rastro de los psicoanalistas. Después de horas de búsqueda surrealista, y de camino de regreso al hotel, cerca de una de las múltiples salidas del campus (que se encuentra en obras y vacío, en plenas vacaciones de agosto), cuando son casi las 5,30 de la tarde, encuentro la oficina del departamento, donde quedan un par de estudiantes de psicología. No tengo más remedio que volver a explicar mi increíble historia, el por qué estoy ahí. Las mismas expresiones de desconcierto. Me confirman que el profesor Huo Datong existe, pero está en su casa de vacaciones. Me preguntan si lo llaman por teléfono y digo que no. Pregunto si hay alguien más del departamento con quien pueda hablar. Entonces una estudiante de psicología, divertida, coge el teléfono y llama a un profesor. Me preguntan cuáles son mis estudios, contesto teatro. Me dan cita para el día siguiente, que es sábado, a las nueve de la mañana en un salón de té, a orillas del río que atraviesa la ciudad.
Ahí me encuentro con el profesor Yang, y su esposa, doctora psiquiatra y profesora Hu Bingshuang. Al cabo de una hora llegan dos profesores más, el profesor Wang, director del departamento de teatro y su esposa y cantante de ópera, la profesora Gao. Ahí pasamos más de tres horas bebiendo té, charlando sobre psicoanálisis, sobre el inconsciente, sobre su trabajo con psicóticos, sobre Freud, Lacan, Jung, el teatro, Dali, el amor… La doctora Hu me explica y me traduce el chino, ininteligible para mi, de su marido. Poco a poco nos vamos abriendo, vamos compartiendo, y siento que hay un interés por parte de todos en este encuentro. El director del departamento de arte dramático nos invita a su casa para que veamos un cuadro de grandes dimensiones que está pintando: es un grandísimo óleo en el que en primer plano se ven las ramas de un cerezo en flor…, a través de ellas, al fondo a lo lejos se ve un desierto, y sobre las dunas de arena un antiguo templo budista de color ocre. Nos dice que lo que le impulsó a pintarlo fue una visión optimista del mundo, y de repente todos lo entendemos y sin saber cómo somos parte de ese cuadro, estamos dentro de él. Mi encuentro con ellos es sin duda una primera parada en mi viaje. El profesor Yang y su esposa son junguianos, por lo que no podemos profundizar todo lo que me hubiera gustado, además de la lengua china, nos separaban otros lenguajes sobre el inconsciente. Pero sí fueron claros en transmitirme su entusiasmo y sus esperanzas en el proyecto del psicoanálisis en china, y en lo que china puede aportar al psicoanálisis en el resto del mundo