photo by MayaEveningEstos días he estado leyendo
Made in China de
Manel Ollé. Con algunas claras excepciones, los textos que tratan sobre aspectos generales o sociales de la china contemporánea me suelen aburrir y me molesta que sus análisis sean en muchas ocasiones oportunistas y distorsionados, falaces de tan esquemáticos, simplificadores, parciales y a menudo ineficaces. Como decía Amelie Nothomb en
Sabotaje Amoroso, China produce el extraño efecto a los que la visitan de querer escribir sobre ella, aunque no la conozcan, y las librerías están llenas de malentendidos y visiones bastante superficiales de una realidad compleja y llena de espejismos. En este sentido el libro de Ollé, que plantea un análisis político socio cultural desde el advenimiento del Partido Comunista hasta nuestros días, es
una joya. Yo empecé directamente por la última de las tres partes, dedicada a la cultura, el cine y sobre todo literatura, con un exhaustivo recorrido por autores chinos y sus obras, los continentales, en el exilio, en la diaspora, situándolos en su contexto histórico, que se revela imprescindible para entender bien el resto. Además de inspirado historiador Ollé es un excelente crítico literario, y toda esa parte, llena de anécdotas y datos, se lee con verdadero placer, así que hipnotizada por el viaje seguí con toda la parte más social e histórica. El libro es por un lado el antídoto perfecto contra los tópicos
pesantes y absurdos que contaminan los discursos actuales sobre china, demostrándonos que hay otros caminos mentales para hacer frente a la realidad, con razonamientos como “
Se trata en realidad de un falso dilema, un dilema que asume falazmente que una cosa necesariamente conlleva a la otra. O que el único camino posible es el trazado” Por el otro es una magnífica invitación a reflexionar sobre conceptos como el de identidad, e identificación, nacionalismo, o revisión histórica para permitirnos escribir el presente desde una perspectiva más libre y eficaz. Invita a encarar el “relato épico” chino para no sólo recordar la magnitud de su aportación cultural, sino también aprovecharla si somos capaces de dialogar con ella. En el espacio interlineal de Ollé
se abre otro espacio generoso, el creado para el lector, que puede ir avanzando por sí mismo, llegando a y elaborando sus propias
conclusiones y paisajes “Cuando se contemplan los hechos históricos sin hacer ascos a la complejidad de dinámicas, factores y procesos que concurren en ellos, se revela lo falaz y simplificador que llega a ser la modelización unívoca del devenir histórico, en una concepción mecanicista y causal, donde –a posteriori-siempre es posible aislar un factor determinante que lo explica todo.” Desde la exposición de los antecedentes que desembocaron en Tianamen del 89, a breves reflexiones sobre el papel de la religión , de su organización social burocratizada, la necesidad tradicional de dividirla siempre en dos esferas, cielo y tierra en un inicio, ahora bajo la forma de “régimen socialista de mercado” de futuro incierto, hasta las propias claves de la invención de la nación china:
“tradicionalmente los chinos se habían identificado como una comunidad histórica, una constelación de clanes con fuertes vínculos culturales de lealtad, una escritura, una familia de lenguas orales emparentadas, un calendario y algunos rasgos rituales compartidos, un canon de clásicos, una batería de valores morales y unas instituciones milenarias en común. El nacionalismo chino del siglo XX ha reconvertido esta pauta de identificación histórica y culturalista en un concepto étnico, racial, de nación, que se define por supresión de diferencias internas y por distinción frente a minorías externas . Y por qué no, respecto a las potencias extranjeras. (...) El nuevo nacionalismo bucea en la memoria inconsciente y emotiva de la nación, selecciona aquellos rasgos que le son útiles y reescribe en función de los intereses de la construcción estatal una narración nacional, un relato unívoco y sin fisuras.” Explica de maravilla las reticencias del pensamiento neotradiconal chino a un sistema multipartidista democrático, percibido ahí como una forma estúpida, atrasada, burda e ineficaz de resolver las tensiones de la sociedad, y desvela las claves históricas de su relación con otros territorios como Tibet, Xinjiang, Hong Kong, Macao o Taiwán. Al respecto, explica la anécdota del poeta,
Yang Lian, que escribió un ensayo desde el exilio titulado Poeta sin nación, en el que decía no proceder de una patria o tradición sino de su poesía:
“mi sinidad depende de que yo la redescubra y la vuelva escoger”. Y añade Manel:
China es así un lugar privado que existe en su propia poesía. El énfasis está en el sujeto individual, no el determinismo nacional. Siendo la cultura china tan esencialmente
confuciana, donde la figura del padre familiar, político, social sigue ordenándolo casi todo, no he podido dejar de acordarme de la reflexión que hace Lacan para explicarnos la relación del niño con su padre. Lacan nos explica que el niño se relaciona sobretodo con el padre imaginario, con el que se encuentra en toda la dialéctica de la identificación, idealización, y agresividad. El padre real es, al contrario, muy difícil de ser captado, debido a la interposición de los fantasmas y la necesidad de la relación simbólica (relación de parentesco, etc) Lacan dice a continuación que es lo mismo que nos ocurre a nosotros, Si hay algo en la base de la experiencia analítica en su conjunto- afirma- es que tenemos enormes dificultades para captar lo más real de todo lo que nos rodea, es decir los seres humanos tales como son. Por eso hay que saber aprovechar de espacios generosos como el de M. Ollé, que nos permitan ir elaborando el propio relato, esquivando las trampas.