8.1.11

de lo que cuenta y la acción velada

altar improvisado by misaaki miyara

No sé si han pensado nunca que aquello que cuenta para nosotros es en gran parte lo que se ha perdido y ya no está. Yo lo pienso a menudo. Por eso, me digo, la importancia de todo lo que ayuda a restaurar el vacío que ha quedado. La memoria, las imágenes, las historias, el lenguaje mismo, los símbolos y el mundo de los intercambios y el sentido que recuperan algo de lo que ya no (se) es, no se experimenta. La pérdida primera es la de uno mismo, que a cada instante deja de ser quien fue…
Incluso cuando lo que cuenta es lo que tenemos delante: cuenta en la medida en que sabemos que lo podemos y vamos a perder y la certeza de la pérdida se hace más potente que la presencia misma.
Pero cuando, para remediarlo, reconstruimos y restauramos, creamos algo nuevo. Aunque los necios se empeñen en negarlo, y las sacerdotisas de la memoria garantizada no soporten esa ley. Por eso no hay garantías y no hay una verdad de lo que fue. Y en ese camino que es más ético que estético, avanza el psicoanálisis también.
Por eso yo quiero trabajar con Isaki Lacuesta, que dibuja círculos sobre esto todo el tiempo. Él hace visible esa falla continua, experimentada a través del objeto mirada, y yo creo que su trabajo me concierne
Escuchaba hablar hace poco a Georges Didi-Humberman en una entrevista acerca de la exposición que ha comisariado para el Museo Reina Sofía, Atlas, ¿Cómo llevar el mundo a cuestas? Precioso título, que aunque opuesto, relaciono con aquél. Explicaba una técnica que utiliza para trabajar, reuniendo sobre una gran mesa pequeñas fichas con notas y muchas imágenes, aplicando el principio psicoanalítico de la no-omisión, que excluye toda censura. Es una especie de mesa de montaje, y una vez está todo dispuesto, basta con interpretar, leer lo que se ha ido “escribiendo”, y el libro está prácticamente hecho (¡!)
Mirar es un acto literario para él. “Hay que encontrar las palabras que den cuenta de ello, si uno no quiere caer el en misticismo silencioso” de un universo inefable (en el que viven muchos).
También me maravilló la definición que hizo de la imaginación que nada tiene que ver, según él, con la fantasía, y menos con las fantasías personales. Para él se trata de una técnica de montaje, que no es una técnica exclusivamente cinematográfica. Se trata de coordinar, acordar cosas que aparentemente no están conectadas, y al hacerlo, hacer visible un link secreto, y un problema que hasta ahora permanecía velado.
El sujeto que se analiza es consciente de esa acción velada constante, y aún así insiste, como Didi-Humberman, en ir montando y desmontando su gran mesa, intentando no omitir. Para el sujeto histérico todo se juega entre el saber y el ver, por eso no me sorprendió nada aquel libro de GD-H.
Leo estos días el libro de Siri Hustvedt, The Shacking Woman, y me doy cuenta de que aún en ese imposible de ver y saber, nos lo podemos montar mejor que aquel Edipo en Colono que acabó arrancándose los ojos.