Photo by Jochen JuergensenLas historias suelen ser siempre las mismas, lo que varía es desde dónde se cuentan y cómo se cuentan. Lacan desarrolló su teoría de los
cuatro discursos para dar cuenta de esos lugares que ocupamos y otorgamos al otro y de cómo las distintas maneras de expresarse, más allá del lenguaje verbal, constituían formas diferentes de relacionarse con el mundo. Estoy segura de que esa exploración mía de las relaciones entre psicoanálisis y china tiene que ver mucho con la cuestión de l
os discursos. En el artículo del culturas de ayer sobre el
Baff Arnau Horta recurre al tópico de los silencios para hablar del cine asiático, y habla al final de una cierta
evanescencia de la narrativa. Quien esté asistiendo a las proyecciones, verá que las narraciones están muchas veces repletas de personajes, acontecimientos, lugares, narraciones, pero sí, efectivamente parece que hay algo que en vez de tomar consistencia, la va perdiendo a lo largo de la película. Esta semana en una estupenda
clase de psicoanálisis una analista nos explicaba: al principio de lo que se trata es de ayudar al analizante a dar un sentido a su narración, crear sentidos, pero luego, a medida que avanza el análisis lo que se va buscando es un vaciamiento de sentidos, quitar el sentido único y llevar al analizante a ser capaz de encontrar otros, sin quedarse fijado a ellos. Estudiábamos un caso emblemático de Freud,
el Hombre de las Ratas, y C. nos mostraba cómo el analista intentó a partir del significante fantasmal al que había quedado fijado el analizante, trabajar con el equívoco, la homofonía (justamente lo que provoca
la lengua china) y permitirle desplegar frente a sí, una narrativa que lo liberara de la fijación que lo mortificaba.
El cine de algunos de los directores menos comerciales que nos suele traer el Baff suele estar repleto de esas imágenes mortificadoras que hace falta desplegar para liberarnos de ellas. Dándonos espacio, dejándolas bailar...
Este año estoy haciendo una edición muy japonesa, me gustó mucho
Sad Vacation, y ayer disfruté con la mirada relajada de Nobuhiro Yamashita en A
gentle Breeze in the Village, que me pareció un estupendo homenaje a Ozu. A las 8 iré a ver
Waltz in Starlight, y no me perderé The Rebirth ni
Aliento. Un amigo amante del cine tailandés me ha recomendado
Ploy y S
yndromes and a Century, que me perdí el año pasado, y me ha dicho que no me pierda
Secret Sunshine. Si no llego esta noche a la sala Apolo, quizá el sábado vayamos a la sesión musical en el cccb.
En este puente ajetreado, me escapo soñando con estos versos de
Su Dongpo, escritos en una visita a un monasterio taoísta, en el verano de 1073
Ciruelas púrpura y calabazas amarillas perfuman el camino del pueblo
mi gorra de paño negro y mi vestido taoísta de cáñamo blanco están frescos
la puerta del tempo acaba de cerrarse, la sobra de los pinos ha girado
apoyado sobre mi almohada, el viento en la ventana, me adormezco en ensoñaciones...
Ayer salía también en la vanguardia la noticia de la muerte el martes en Taipei de Bo Yang, escritor chino que huyó a Taiwan en la guerra y autor de una serie de obras muy críticas con la cultura china, como El Chino feo y la crisis de la cultura china, prohibidas en las dos chinas. Había oído hablar de su"teoría de la tinaja de la pasta de soja" pero no recuerdo dónde. R. Poch escribe un bonito artículo al respecto.
Por cierto, save the dates! Imma Puy estará el martes en la Fundación Miró para hablar de las tendencias del arte contemporáneo chino.